El tercer grupo

El tercer grupo

El tercer grupo

Teniendo en cuenta que todos, de una manera u otra, lo que buscamos es que nos vayan las cosas más o menos bien y dormir tranquilos, que nuestra vida tenga un poquito de sal, azúcar y picante en su cantidad justa, y que cuando acabemos nuestros días y seamos pasto de gusanos, alguien nos recuerde con cariño y sintamos que hemos hecho algo todos estos años…

Teniendo en cuenta esto y simplificando bastante sin entrar en mucho detalle, nos encontramos con tres tipos de personas y sus tres tipos de problemas principales.

 

GRUPO 1:

Aquellos que se enredan en el ¿qué voy a hacer? o ¿qué decisión tomo?. Los que dan vueltas y vueltas sobre lo mismo, analizan al detalle las posibilidades o estudian a fondo las diferentes opciones. Los que empiezan cosas y no las acaban, o las acaban rápido y mal, porque a mitad de camino cambian de idea o se aburren. Los que quieren saber qué puñetera dirección tomar para asegurarse más o menos el camino de lo que funciona, o que al menos ese camino sea interesante o entretenido, o, por qué no, que esas decisiones les hagan independientes y libres para poder dirigir su vida a voluntad. Propensos a la parálisis por análisis, al agotamiento mental y a sacar conclusiones precipitadas sin haber probado las cosas realmente.

 

GRUPO 2:

Aquellos que viven en el eterno ¿y esto sirve para algo? ¿esto me realiza? ¿esto muestra lo que soy?, ¿es esto lo que necesita la gente?, ¿esto marcará un antes y un después? ¿esto tiene sentido? ¿esto me hará ser mejor?. Estas personas están más pendientes del valor de sus acciones y cómo el resto las interpreta, y suelen por ello ser propensos a tener más problemas de autoestima que de toma de decisiones, aunque al final todo repercute en lo mismo, el “qué hago”. Este grupo está sediento por conocer a alguien que les diga en qué son buenos, para qué valen, qué es aquello que hará que saquen su pleno potencial y les haga brillar con luz propia.

 

GRUPO 3:

Y están aquellos que puede que sientan un poco de las opciones de arriba, o nada de nada, y que piensan de verdad que «los que están mal son los otros”. Y sí, saben que todo el mundo tiene algún problemilla y tal, pero el asunto es que los demás no son prácticos y se enredan demasiado. Son los que muy pocas veces piensan que el problema quizá son ellos. Os pongo ejemplos cliché.

 

El que no se enfrenta y no lo sabe:

Así, por ejemplo nos encontramos a un directivo de empresa de éxito, casado y con hijos, que hace prácticamente lo que quiere y cuando quiere, a parte de trabajar muchísimo y también hacer planes con amigos, claro, pero cuya mujer está hasta las narices de que no le tenga en cuenta, de que le diga que sí a todo y luego no haga nada, de que no le escuche, de que hagan pocas cosas juntos… Y un día se encontrará las maletas en la puerta y descubrirá lo que es quedarse solo por no afrontar los problemas a tiempo e ir esquivándolos como quien no quiere la cosa.

 

La que presiona sin sentido hasta la extenuación y no se entera:

O por ejemplo podemos ver a una mujer, de esas empoderadas que llaman ahora, o quizá no tanto pero que tienen esa energía. Mujeres que pueden con todo, que trabajan de lo que sea y como las que más, que sacan adelante todo lo que se proponen. Mujeres todoterreno. Las que ayudan con los deberes a los niños y casi acaban estudiando ellas los exámenes. Las que piensan que los demás no saben hacer su trabajo, o que sus hijos no son capaces, o sus maridos no son muy espabilados y siempre tienen que estar ellas detrás empujando o haciendo las cosas. Y además es que siempre se puede hacer algo más. ¡Caballo grande ande o no ande!. El cliente pide uno pero tú hazme tres. Y acaban por querer controlarlo todo pensando que nadie es competente. Y los de alrededor o están asustados, o anulados o agotados o impotentes a su lado. Y se esconden o las esquivan porque o son agobiantes, o desagradables o demasiado intensas. Y claro, ahí es cuando ellas se encuentran solas, y no entienden qué ha pasado. Se sienten vulnerables y lo pasan mal, «porque mira todo lo que hago y encima me abandonan»

 

Los cegados por la posesión de la verdad universal:

Y en este último grupo están también aquellos que poseen la verdad. Corrigen sin tapujos cualquier cosa, sepan o no tanto del tema. Se quejan de casi todo. Se pasan el día ordenando y organizando y diciendo lo que se debería o no se debería hacer. Aquellos que solamente ven fallos, que todo está mal, que menudo gobierno, que menuda hija, que menudos vecinos, que eso no se hace así, que menudo jefe, que menuda sociedad. Aquellos que no se plantean que hay personas en el mundo a los que les da igual hacer las cosas regular-mal o que los detalles no son para tanto. De esta gente también huyen los demás, porque acaban sintiendo que no valen para nada o que lo hacen todo mal, y ellos piensan que la gente es demasiado susceptible y que se toman las cosas muy a lo personal. ¡Pero si yo sólo lo digo para que hagan las cosas bien, leches!.

Vivir las consecuencias de tu ceguera

 

Así que sí, el tercer grupo puede que no sientan falta de orientación a la hora de tomar decisiones, o falta de autoestima o de valor. Puede que piensen que «los que están mal son los otros”, pero acaban viviendo las consecuencias de su ceguera.

Y es que, como todos, cuando no lo ves, no puedes arreglarlo. Si te ves en el tercer grupo y estás recibiendo señales de que los de alrededor están a punto de mandarte a Parla, escríbeme y hablamos, que yo quizá tampoco sepa nada, pero igual «te lo hago ver». Prometo no decírselo a nadie.

 

Créditos imagen de portada: Photo by David Underland on Unsplash

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Anita Balle

Publicista y Autora de este Blog

La parte cotilla de todo esto

Publicista, estudiante de Psicología y Morfopsicología. Aprendiz de coaches y otros mentores. Madre de familia y pareja de ingeniero. Actualmente viviendo en Hamburgo.

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