El colmo de los colmos, el Coliseo

El colmo de los colmos, el Coliseo

El colmo de los colmos, el Coliseo

La historia está repleta de relatos que bien podrían empezar con la frasecita de «¿sabes cuál es el colmo de los colmos?» Por ejemplo el que te voy a contar ahorita mismo.

Todos conocéis a Nerón, ¿verdad?, este señor fue el último de los emperadores de la dinastía Julio-Claudia.

Lo de dinastías tiene que ver con familias, es decir, eran parientes de la misma sangre. Y los romanos, desde la fundación de la propia Roma, estaban un poco obsesionaditos con esto.

Se han dicho muchísimas cosas de Nerón, no todas ciertas, pero algunas que sí sucedieron fue que forzó un incendio en Roma para construirse una pedazo de casa en pleno centro de la ciudad, y que se creó una estatua con su cara y el cuerpo de Superman que medía casi tanto como la Estatua de la Libertad. Más de 30 metros de altura.

A esa estatua se le llamaba «El Coloso de Nerón», ahí es nada.

El caso es que Nerón se suicidó porque hubo amenazas por parte de otros romanos de que iban a ir a por él a quitarle los laureles de la cabecita. Y bueno, después también hubo un período en el que fueron varios los que se iban proclamando emperadores, todo muy al estilo romano, con mucho drama, mucha oratoria y mucha sangre.

Hasta que llegó Vespasiano, de la familia Flavia, y se hizo con el poder.

Los de la familia Flavia no podían soportar a los de la familia Julio-Claudia. Eran como los Capuleto y los Montesco, como el Madrid y el Barça, como el PP y PSOE de los ’90.

Vespasiano quería que Roma olvidase la soberbia y los excesos de Nerón. Quería dar al pueblo lo que se merecía, un buen circo, entretenimiento, diversión, alegría. ¡Ya habían sufrido bastante con los locos Julio-Claudios esos!

Y Vespasiano les dio a los romanos el Anfiteatro Flavio.

Este anfiteatro, situado en el mismo punto donde Nerón se había construido su mansión, tardó 8 años en acabarse, y fue Domiciano, también del equipo de los Flavia, quien lo terminó.

El caso es que cerca del Anfiteatro pusieron la imagen del Coloso de Nerón, al cual le habían borrado la cara y le habían dado un aspecto más neutral, como el de el dios del Sol, por ejemplo.

Se cuenta que cuando la gente iba al circo, al Anfiteatro Flavio, quedaban «donde el Coloso».

Como cuando quedábamos en «las escaleras del Jorge» los de Alicante, o como cuando tú quedabas en el parque o en la plaza con tus colegas, antes de ahogarte en kalimotxos el sábado por la noche.

«Nor vemor en el Coloso»

Y así el majestuoso Anfiteatro Flavio, ideado y llevado a cabo por la familia Flavia, archienemigos de los Julio-Claudios, acabó llamándose «El Coliseo».

Manda narices. En serio. Todo muy cruel, oiga.

Los de aquella familia Flavia deben de estar retorciéndose en sus tumbas y dándose cabezazos celestiales -o infernales- contra la pared.

Un ejemplo más de «el colmo de los colmos».

Un ejemplo más de que tenemos que desapegarnos del resultado, de que puedes idear planes y todo lo que quieras, pero eso de que den el resultado que tu esperas, pues puede ser que no.

El resultado no es una variable controlable, y tu estado mental no puede depender de ello.

Así es la vida.

Por cierto, lo de la «r» de «Nor vemor en el Coloso» o «tur amigor» es una manera de hablar propia de Alicantinos, sobre todo cuando se acumulan más de un par de litronas de tinto de verano o kalimotxo en la mesa de la terraza de turno. Ahí es cuando nos sale la vena patriora.

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