El otro día estaba escuchando una entrevista a una mujer que había publicado una novela romántica. El entrevistador y ella comentaban todo el proceso, desde la idea hasta los hábitos de escritura de la mujer, cómo planificó su novela, las veces que la revisó, la clase de bloqueos que tenía, etc…
No fue un camino de rosas, me refiero a esa primera parte, la de escribir la novela y conseguir que una editorial se la publicase. Pero oye, el que algo quiere algo le cuesta.
El caso es que consigue un contrato con la editorial, como decía, y le publican la novela. Y entonces empieza la segunda fase. La fase de promoción.
La mujer decía literalmente: “es igual de dura que escribir la novela”. Que si presentaciones, firmas, notas de prensa, redes sociales, hacer videos, reels para Instagram y bailes absurdos. Todo gestionado por ella misma, claro, no os creáis que iba en limusina a la Casa del Libro y al Corte Inglés con un asistente personal sujetándole el bolso, y estaba la agencia de Editorial Planeta gestionándole el TikTok.
El caso es que la mujer va a sacar otro libro este año y dice: “lo que yo no sé es cómo me he vuelto a meter en este lío con el trabajazo que es”
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Conozco casos de estos, e incluso casos con más componente de «potra» que de esfuerzo, que han querido algo, se le ha concedido y entonces es cuando vienen las sorpresas. ¡Y es que es un trabajazo!
Querías irte a experimentar eso de ser un nómada aventurero y acabaste casado con una australiana viviendo en las antípodas y casi sin poder volver a casa a ver a los tuyos.
Querías probar suerte a ver si te daban un dorsal para correr las 100 millas del Mont Blanc, y resulta que acabas teniéndola que preparar durmiendo 5 horas al día, corriendo por la montaña a las 4 de la mañana, y manteniendo las rampas a raya a base de drogas blandas.
Querías montar tu propia empresa y acabas siendo el chico para todo, trabajando 24/7 y sin vacaciones para el resto de tu vida.
Querías unas hijas bilingües y acabas en el norte de Europa, ahí donde el Muro con los White Walkers, aprendiendo alemán y viviendo en un barrio repleto de turcos.
Querías un cambio profesional y acabas teniendo dos trabajos que te postran en una silla a todas horas, estudiando de madrugada, haciendo exámenes tipo test los findes, y con la cabeza más atiborrada de datos que las calles del centro en Navidad.
Así que, cuidado con lo que deseas, porque se puede cumplir, y todos los deseos también suponen esfuerzos. Suponen elecciones, dejar de hacer unas cosas para empezar a hacer otras. Así que si deseas algo mucho, y estás trabajando por ello, acuérdate de que cuando se cumpla, lo que viene será más trabajo.
Y esto no es para desanimar, es para no romantizar.
La clave, de todas formas, amigos y amigas, es que cuando alguien venga y nos pregunte si lo volveríamos a hacer… le respondamos que sí.
¡A trabajar!
Ana
Yo te busco, no te preocupes
Únete a la newsletter y recibe en tu bandeja de entrada todas las nuevas historietas que mando a los suscriptoresAnita Balle
Autora de este Blog
La parte cotilla de todo esto
Publicista y creativa de profesión, psicóloga de vocación y actualmente ejerciendo también como terapeuta. Madre de familia y pareja de ingeniero. Actualmente viviendo en Hamburgo.