El humor de mi vida, de Paz Padilla

El humor de mi vida, de Paz Padilla

El humor de mi vida, de Paz Padilla

“La vida es como la marea, y unas veces te trae una lubina y otras, chapapote”

 

Hace poco me leí en una sentada «El humor de mi vida» de Paz Padilla. Esuché la recomendación no me acuerdo dónde, y el título se me quedó grabado en la mente. Gracias a Kindle Unlimited y a las sugerencias del algoritmo me lo descargué y en apenas unas horitas -divididas en varios días- lo consumí.

Paz Padilla perdió a su madre y a su marido en cuestión de pocos años y de manera repentina. Estos sucesos marcaron un antes y un después en su relación con la muerte, la manera en la que acompañó y despidió a Antonio, su marido, es sobrecogedora. Sin duda una puesta en práctica ejemplar de todo lo que estuvo preparándose.

Este tipo de relatos prefiero hacerlos en formato video y podcast, pues tiene tantos detalles que el artículo sería larguísimo y poca gente se atrevería a leerlo.

Os dejo pues el capítulo para que lo escuchéis, que es mucho más ameno y no muy largo.

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Frases destacadas

 

Os dejo una pequeña selección de frases destacadas que me han gustado de «El humor de mi vida» de Paz Padilla.

Sobre el por qué Paz Padilla escribe este libro:

«En la conmovedora novela Paula, donde Isabel Allende relata su vivencia acompañando a su hija en su enfermedad hasta la muerte en sus brazos, escribió que lo que no dejaba para la eternidad escrito en el papel se diluía en sus recuerdos. Comparto con ella una idéntica desconfianza en la memoria. Han bastado solo más de cuarenta años de constantes despistes. Así que, debido al deseo, o mejor dicho, a la necesidad de salvaguardar
este fragmento de mi vida, he decidido aplicarme su misma terapia y protegerlo del paso del tiempo sobre el
papel. Para siempre, para mí y para quien lo requiera»

Poniéndose filosófica sobre la muerte:

«Por otra parte, Epicuro opinaba que «no debemos asustarnos al pensar en la muerte porque nunca vamos a coexistir con ella, si estamos nosotros, no puede estar la muerte y al contrario». Imagino que esto lo afirmó antes de apagar el canuto»

Sobre una de las terapias a las que asistió:

«Si todo el trabajo que realicé con Ana para aceptar la enfermedad de mi marido y valorar el presente imperfecto del indicativo del verbo me cago en mi mala suerte fue duro, supongo que el que hizo Antonio para mantener una estabilidad emocional regular fue infinitas veces más complejo que el mío»

Frases de los videos del Doctor Enric Benito, esto me atravesó literalmente el corazón acordándome de mi padre:

«Una vez se ha establecido la confianza, la atmósfera se vuelve relajada, y eso permite a la persona moribunda
sacar a luz las cosas de las que realmente desea hablar». «Cuando el moribundo empiece por fin a comunicar sus
sentimientos íntimos, no interrumpa, discuta ni reste importancia a lo que diga. Aprenda a escuchar y aprenda a
recibir en silencio; un silencio receptivo y sereno que haga sentirse aceptada a la otra persona». Tomémosle la
mano y dejémosle hablar; la calidad de esta presencia en este momento de vulnerabilidad es decisiva. Es
posible que cuando menos lo esperemos el moribundo nos convierta en el blanco de su ira y reproches, por lo
que no debe tomarse demasiado personal lo que le diga, pues se halla en la situación más vulnerable de su vida.
Lo más importante es mostrar un amor incondicional, libre de toda expectativa. Amor y compasión son las
piezas fundamentales de la comunicación con el moribundo»

Sobre lo que sacó Paz en claro para enfrentarse a la despedida de Antonio:

«Tampoco intentemos ser demasiado sabios ni decir siempre una frase profunda digna de ser grabada en un sobre
de azúcar de una cafetería. Solo hemos de estar allí tan plenamente presentes como se pueda.»

«Hemos de insistir en lo que ha logrado y ha hecho bien para ayudarle a sentirse satisfecho con su vida. Pues es
susceptible de tener elevados sentimientos de culpa. Ayudémosle a morir en el estado mental más sereno posible.»

«Las emociones negativas sirven para adaptarnos. Debemos acoger la tristeza, pero no instalarnos en ella. No
podemos ser una tristeza con patas. Se puede convivir con la tristeza. No es necesario privarnos de hacer cosas
que nos gustan o de divertirnos con gente que queremos. Se puede estar triste y haber disfrutado de un día y
haber reído sin parar.»

Sobre el momento de la despedida:

«Unos días después, cuando ya era inminente su trascender, me tumbé con él entre sus brazos, como había hecho
miles de veces. Le acaricié el pecho y le susurré: «Ya cariño, ya. Tienes que irte. Te quiero, te quiero, yo estaré
bien, todos estaremos bien. No te preocupes, gracias. Te quiero».»

Gracias a Paz por haber dejado constancia de esta vivencia.

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