El pasado lunes pasé de la fase de la virgen, o preovulatoria, a la fase ovulatoria -en la que estoy sumergida ahora-. La fase del corazón abierto, como la he apodado yo misma.
No siempre tiene que ocurrir así, pero yo esta vez he notado el cambio de energía de un día para otro, casi en una noche, y ha sido bastante impactante.
Vengo de una semana enérgica en la que me he comido el mundo. Planificaba tareas, me puse a dieta -no estricta-, me apunté a un grupo de fitness outdoor -y fuí, ojo-, comencé este blog, quería estar fuera de casa todo el día y estaba como muy mental, como muy razonando todo.
Esta de arriba es la Fase de la virgen o preovulatoria, o semana justo después de menstruar. La que os cometé en el anterior post al que podéis acceder haciendo click aquí.
Y desde ese estado, la noche del domingo al lunes me adentré sutilmente a otro escenario más emocional. Comencé a tener los primeros signos de ternura, compasión, empatía e intuición. Eran sutiles pero se notaba que estaban ahí, volviendo a florecer después de ese arranque energético.
Entraba pues, en la fase ovulatoria, la fase femenina, mimosa, maternal y pura emocionalmente hablando.
Esta fase es con la que más me siento definida, sinceramente. Es en la que me siento más yo. Pipa Monet, mi mentora en ese asunto de la menstruación, me aclaraba ayer que, aunque esta sea mi fase más afín, yo también soy las demás fases, y no debo sentir que en el resto «no soy yo», porque ahí está nuestra magia, nuestra cpacidad de cuatro en una.
Rectifico este párrafo de arriba tras pasar a la siguiente fase. Podéis leer le por qué en este post.
«La reflexión y el darse cuenta»
Aunque sea la fase en la que más me siento yo, no es una fase 100% agradable para mi, y esto es personal, por lo que no todas tenéis que guiaros por lo que digo. Para mí es una fase algo dura porque salen a la luz aquellas relaciones personales con las que tengo algún tipo de problema o escollo. En esta fase siento esos problemas o distancias como muy fuertes, muy abiertos, muy intensos, y eso no siempre lo sé llevar bien.
Por otro lado es una fase de amor pleno, por tí y por los demás. Es una fase en la que quieres lucirte, en la que te arreglas, te pones collares o pendientes más llamativos, en la que sale tu lado más femenino, más Afrodita.
Es una fase de celo, así que no te extrañe el sentirte con más ganas de que te miren, con la libido aumentada, e incluso fantaseando con tu pareja o con otros u otras una y otra vez.
Es una fase empática, maternal, de tener conversaciones para aclarar situaciones. Es una fase de conversar con gente, de reunirte con amigas, de comprometerte. De relacionarte de corazón a corazón. Por eso comento que es la fase de corazón abierto, porque toda esa energía del amor sale pura y directa.
Es una fase pacificadora, una fase cargada de paciencia, y una fase en la que quieres mantener y cuidar los vínculos con los demás. Por eso los vínculos que no están bien pueden doler más.
Es una fase de madre, de nutrir y cuidar. Es la fase en la que más achuchones doy a mis hijas, más besos y abrazos. Yo noto que ellas, cuando yo estoy en esta fase, están más tranquilas, pero también a veces se ponen más celosas si estoy con una más que con otra. ¿Curioso verdad?.
En fin, ya os contaré más la siguiente vez que me toque. ¿Vosotras cómo notáis esta fase? ¿Es vuestra favorita? ¿Os sentís más cómodas? ¿Qué particularidades tiene para vosotras?.
Nos seguimos viendo. Gracias por el apoyo de esta semana, de corazón abierto.
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La reflexión y el darse cuenta · Síndrome premenstrual · Anita Balle
[…] La semana pasada os comentaba que la fase ovulatoria era en la que más yo me sentía, pues ahora rectifico, porque la etapa menstrual me enseña mis heridas, y prefiero infinitamente esta honestidad brutal, esta inestabilidad, esta locura, esta inmensa intuición. Rectificaré el post sabiendo que no todos los ciclos son iguales, sabiendo que puede volver a cambiar. No me importa. […]