Sermones jugando al fútbol

Sermones jugando al fútbol

Definición en mi cabeza de «Madre Perfecta»: Madre zen, calmada, cariñosa, atenta, centrada espiritualmente, corporalmente, mentalmente, etcéteramente. Adulta, responsable, capaz… A poder ser con un buen físico, que coma poco, beba vino tinto de calidad y no se emborrache nunca, ¡ah! y huela siempre bien.


Mi segunda adorable y energética hija tiene una tendencia al drama muy facilona, va para actriz esta niña. Me parece que ella cree que todo el mundo confabula contra ella y todos los seres humanos que la rodean son los responsables de su infelicidad. Digo «me parece» porque es la sensación que tengo después de observar su comportamiento lo más objetivamente posible. Aún así me puedo equivocar.

El caso es que se levanta un sábado, bien temprano como siempre, y durante el desayuno aparece la primera gran injusticia del día: no se le ha servido el pan tostado más grande. Morro torcido.

Madre imperfecta, o sea yo, está en su segundo día de menstruación, literalmente no quiere que nadie le hable y además no soporta ni los tonos elevados, ni los inicios de llanto infantil en este preciso momento. Como se conoce bien, madre imperfecta empieza a soplar desde primera hora de la mañana ante el altercado. Por ahora no hay reacción, ¡bien!.

Pasan las horas -y muchas muchas inhalaciones y exhalaciones profundas- y, ante la desesperación de ver a su segunda quejarse por «casi» todo y sufrir intensamente y, sabiendo que la actividad física le viene muy bien, se la baja a la calle a jugar al fútbol un rato con la mejor de sus intenciones. A ver si eso de dar pataditas a un balón y correr un rato le distrae un poco.

De paso ponemos en práctica eso del momento «hija única» que recomiendan en las familias numerosas. ¡Es un win-win!.

¡Qué frío! Y ella sin chaqueta… Madre imperfecta se traga el discurso de «abrígate o te pondrás mala y quien se queda en casa mala se pasa el día en la cama y sin tele». Mentira, obviamente, las dos cosas. No hay energía para esa guerra, mejor la dejamos.

Minuto uno y la confabulación mundial para que la segunda hija sufra en cada instante de su vida comienza a emerger.

Quince minutos y la segunda hija vuelve a entrar en colapso y ya está pegando gritos y diciendo que todo el mundo quiere hacerle la puñeta. Que nadie le pasa la pelota, que siempre tiene que ir a por ella, que ella quiere tirarla con la mano y que todos la tiren con la mano y que no se puede con el pie, etc, etc, etc.

Madre imperfecta no aguanta más y baja a su nivel.


Escena: Exterior. Tiempo nublado. Aparecen dos niñas, una de 6 años y otra de 36 años. Parece que están discutiendo de «cosas de niñas»

Madre imperfecta se pone a imitar a niña de 6 años y le dice sarcásticamente con tonito: “pobrecita de mi que nadie me quiere, que todo el mundo me quiere hacer la puñeta, que la gente no hace lo que yo digo como yo digo y cuando yo digo” “buaaaa”. Sí, con caras y todo.

Error. La segunda hija comienza a llorar y a gritar roja como un tomate diciéndole a su madre que se calle. Madre imperfecta no puede parar, ha entrado en bucle y comienza el sermón materno «sobre la responsabilidad individual de elegir lo que influye en el estado de ánimo de cada uno», tomo 1, capítulo 6, página 354 del libro «Sé tu mejor versión de una p** vez», autor desconocido y probablemente tibetano.

¡Qué a gusto se ha quedado madre imperfecta por una milésima de segundo! El ego de madre imperfecta siente que ha ganado una batalla.

Padre baja al rescate, se lleva a segunda hija.

La madre se queda resoplando. Madre imperfecta se acuchilla por no haber sabido mantener «el tipo» y el ego que creía que había ganado la batalla ahora maltrata a madre imperfecta por no haber sabido gestionar la situación como un «adulto amoroso» que es. ¡Joder con la espiritualidad!


Y es que es una madre imperfecta, una mujer imperfecta en todo. Y aunque se sabe la teoría de cómo intentar educar emocionalmente de la manera más equilibrada posible, a veces entra por un oído y sale por otro, sobre todo cuando la energía vital está baja. Y ese día estaba muy baja. Estaba totalmente underground.


Todos tenemos momentos en los que no hemos actuado de la manera más centrada. Todos cometemos errores. Nadie es perfecto.

Sí, puede parecerte todo frases hechas pero piénsalo bien y entiende que es absurdo intentar esconder nuestros momentos más oscuros, igual que es absurdo señalar los momentos más oscuros de los demás.

La única manera de avanzar «hacia la luz» -como Caroline, jejeje- es reconocer nuestros propios errores y entender que la maldad no existe realmente, existe la inconsciencia, a la que todos tenemos derecho en algunos momentos de nuestra vida, sobre todo cuando nuestra energía vital está baja, por ejemplo durante nuestra etapa premenstrual y menstrual jur jur jur.

Photo by Treddy Chen on Unsplash

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