Por amor a mi familia, por amor a nosotros mismos

Por amor a mi familia, por amor a nosotros mismos

Os quiero recomendar un libro muy sencillo de leer pero muy profundo. Un libro que en determinados casos puede ser muy necesario, pues vuelve a recordarnos lo unidos que estamos todos por los hilos de nuestra familia. Se titula «Por amor a mi familia. La fuerza emocional del vínculo con nuestros padres», de Eva Bach y Cecilia Martí.

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Hay una tendencia en esta sociedad tan veloz, tan instantánea, tan inmediata, que nos está desconectando del valor y el poder que tiene nuestra familia y nuestro vínculo con ella. Una tendencia que no nos permite mirar pausadamente y hacernos cargo de lo que nos pasó, o no nos permite conectaros de una manera profunda con aquellos que nos dieron la vida.

Y lo peor de esta desconexión es que merma nuestro potencial para desarrollarnos como mejores seres humanos, más comprensivos, más empáticos, más conscientes. Es quizá un pequeño matiz que puede aportar grandes beneficios si nos hacemos cargo de él.

Es como si la tendencia fuese a que los problemas con los que afrontamos nuestra realidad tengan la respuesta en «ir hacia adelante», en vez de «mirar hacia atrás». Y es que puede ser interesante en algunos casos averiguar cómo hemos llegado hasta aquí e intentar reparar desde ahí.

Si sentimos que no estamos viviendo un presente con coherencia, con libertad, desde la paz mental que nos gustaría en relación con nuestra familia o nuestro pasado, quizá es que no nos hemos parado a revisar las cargas emocionales que llevamos, o nos hemos estado contando una historia que no nos beneficia.

Esas cargas emocionales pueden venir de generaciones pasadas, de historias familiares, de la educación que hemos recibido, de creencias que hemos adoptado sin más… Y se puede dar el caso de que directamente no estás mirando eso cuando sientes que la vida que llevas no es la que te gustaría. También puede pasar todo lo contrario, que estés mirando tanto eso que al final lo hayas traducido en clave de trauma y tampoco te está ayudando nada.

Ya sea por exceso o por defecto, ya seas consciente o no de esto, hacer un trabajo de reconciliación y agradecimiento ayuda, y esto es lo que de una manera u otra intentan también transmitir en este libro.

No en vano, la práctica de agradecimientos diarios es algo que ya realizaban grandes mentes del pasado como los estoicos, por ejemplo. Ahora son muchos los influencers de buenos hábitos de vida los que están volviendo a poner en valor esta práctica.

Personalmente, al leer este libro he podido experimentar varios momentos de lucidez, de reconexión y, sobre todo, de compasión y reencuentro con mi pasado, con mi yo hija y mi yo madre -con mis inicios en la maternidad-.

Mi experiencia como madre, que prácticamente acaba de empezar si tenemos en cuenta que esto es para toda la vida -tuve tres hijas en unos 3 años y medio y la mayor tiene casi 9 años ahora-, está sacando a relucir mis limitaciones a la hora de transmitir amor, a la hora de permanecer en calma, a la hora de ponerme límites y a la hora de ser una persona coherente y madura.

El día a día en la crianza es duro, y las jornadas siempre están regadas con momentos de alegría y felicidad, además de realización personal. Pero también hay dosis de frustración, ira, vulnerabilidad y pérdida de papeles, entre otros muchos estados emocionales.

Dicho en un idioma más llano: rabietas y achuchones por doquier.

En mi caso personal, todo lo que traen mis hijas remueven mis cimientos emocionales, y a veces me teletransportan a la velocidad del rayo a mi experiencia como hija.

En ocasiones me veo justificando mis actos debido a lo que yo he recibido. “Esto lo hago así porque mis padres lo hicieron así y mira, no sé hacerlo de otra forma”. Y así lo único que consigo es actuar perpetuando una falta de coherencia por no hacerme responsable de sanar lo pasado, de reconciliarme con mis padres y avanzar de una manera madura, serena y, sobre todo, en línea con mis valores personales, que son eso, personales y propios.

En otras ocasiones evito la conexión emocional con mis hijas por lo mucho que remueven mis emociones, que estén tristes, que digan ciertas frases que abren mis heridas, que estén furiosas… es algo que hace «click» en mi interior. Y es en esos momentos en los que más tengo que recordarme que la adulta soy yo, y la que no tiene recursos emocionales suficientes es la pequeña. Pero ¿tengo yo esos recursos?

Al final mi percepción es que todo esto está estrechamente vinculado con nuestra infancia y con cómo percibimos la educación que recibimos. Y que si esto no está sanado y en paz, puede afectar a otras áreas de tu vida, a veces relacionadas con la crianza y otras veces, por qué no, relacionadas con los vínculos sociales o con cómo vives tu profesión, cómo afrontas la vida, etc…

¿Cuántas personas, como yo, han estado o están en conflicto con su niñez, con sus padres, con cómo les educaron? Quien se atreva a reconocerlo, os digo que este libro ayuda y aligera a partes iguales. ¿Cuántas personas han dicho «yo no voy a caer en los errores que cometieron mis padres»? Como si fuese tan fácil definir qué es un error y qué no, qué te ayudó y qué no. Y al fin y al cabo juzgando comportamientos con total falta de contexto.

Por amor a mi familia. La fuerza emocional del vínculo con nuestros padres. De Eva Bach y Cecilia Martí. Plataforma Editorial

Este libro de Eva Bach y Cecilia Martí es una maravilla. Se trata de cartas que ellas mismas se envían comentando temas diversos relacionados con la reconexión con los vínculos familiares. Cada una desde su punto de vista y experiencia.

Este formato carta lo hace fácil de leer, y además permite que entre ellas haya un lenguaje muy sencillo. Es un libro rápido pero profundo.

Me tomo la libertad de comentar unas frases destacadas que considero claves en todo este proceso de volver a reconciliarnos con nuestro pasado para poder vivir un presente pleno.

“El gran paso liberador consiste en mirar con claridad y respeto a nuestros orígenes, a nuestros padres, a nuestros ancestros. Y también los hechos que han sucedido e incluso a las emociones que han despertado. Con esa actitud, sin juicios ni argumentos, hacemos un gran regalo a nuestro mañana, a nuestros hijos, a nuestra vocación, a nuestros proyectos, a nuestro desarrollo.”

página 18

En el libro se habla una y otra vez sobre la reconciliación con nuestros padres. Ellas hablan de sus ejemplos personales tratando a niños y adolescentes cuyos padres les han abandonado, o les han tenido que retirar la custodia por diversos motivos.

Es muy enternecedor los mensajes que ellas dan sobre honrar a los padres de esos niños porque, independientemente de las experiencias que les hayan llevado a esa situación, los hijos siempre estarán vinculados a sus padres y es posible dar un mensaje mucho más humano y compasivo.

Un mensaje que no engaña al niño, que le honra y le da sentido a su existencia, que respeta a su familia pese a lo que hayan hecho sus padres, y que seguramente ayuda mucho más al niño a crecer emocionalmente más estable.

En toda la primera parte se toca este tema una y otra vez, con muchos ejemplos y vivencias personales de las autoras. Y al final la conclusión que yo saco es que es efectivamente estamos unidos a nuestros padres al 100%, y que negar esa parte, repudiarla, odiarla o convertirla en traumas, lo único que hace es alimentar esa conexión pero desde un prisma que resta en vez de sumar.

Aceptar a nuestros padres implica respetar su historia, igual que tu querrías que tus hijos respetasen la tuya. Si nos vemos inmersos en discursos donde lo único que hacemos es juzgar, cuestionar y criticar la manera en la que nuestros padres nos educaron, cómo actuaron en determinado momento, etc, lo único que cosecharemos será infelicidad, malestar y, además, transmitir nuestra rabia y sufrimiento a las generaciones venideras.

O si no hay generaciones venideras, lo que conseguiremos será limitar parte de nuestra vida, perdernos lo bueno que puede llegar a ser, cerrarnos la puerta a nuevas experiencias mucho más satisfactorias. Al final, tener ocupado de rencor y odio un espacio que bien podría ser ocupado por el respeto y el amor acaba perdiendo todo el sentido.

Es como cuando a ti te gustan las tartas de chocolate y galletas y resulta que alguien le mete una capa de nata. ¿Para qué la nata? ¿Quién quiere nata pudiendo poner más chocolate?

Vivir enfadados, aunque ya no sea algo que se note diariamente, nos convierte en niños eternos, no nos hace adultos: “Como no me dieron suficiente, no se me puede pedir más”. página 38

“Amar a los padres no significa adorarles o idolatrarles. Ni siquiera llevarse bien con ellos. Significa algo tan sencillo y profundo como agradecerles la vida. Significa decirles: “Llegué a través de ti y tengo la vida porque tú me la diste. Y mi forma de amarte o de agradecértelo es haciendo algo bueno y útil con ella y por ella”

página 38

Es genial esta frase porque uno puede pensar que la forma de agradecer algo como esto es una en concreto, quizá llamando a tus padres y confesar tus pecados como hijo, quizá volverte extremadamente cariñoso desde un lugar que para ti no es natural, quizá colmándoles de halagos y detalles. No, no es así. Hay millones de maneras de agradecer, cada uno tiene la suya, y si sale del corazón y es sincero, seguro que ese agradecimiento llega, o al menos seguro que lo emites. En el otro también está la decisión final de admitir.

Ellas hacen bastantes referencias a otros grandes filósofos, mentores, oradores, educadores, científicos, etc, para ilustrar sus palabras. Entre ellos nombran bastante a Boris Cyrulnik. Una de las frases que comparten de él es:

“Un niño no tiene nunca a los padres con los que sueña” A esta frase ellas añaden: “Si amar a los padres significa agradecerles la vida y hacer algo bueno y útil con ella, entonces está al alcance de todos amar a nuestros padres”

página 39

Y aquí me detengo, porque me parece un punto crucial en el libro, cuando se empieza a apelar a la responsabilidad personal, a la capacidad de tomar decisiones y acciones que cambien el rumbo de las cosas.

Conocerse a uno mismo es una de esas decisiones que se pueden tomar. Hacer el esfuerzo real por saber cómo uno funciona, por cuestionarnos nuestras creencias, por revisar lo adquirido, por volver a contarnos nuestra historia desde una visión de adulto.

¿No os da la sensación a veces que cuando revisitáis los traumas de la niñez os convertís en niños de nuevo? ¿No sería de otro modo si cuando revisitamos esos momentos lo hacemos acompañados de nuestro yo adulto? Ese que es más sabio, más tolerante, más respetuoso, que tiene mejor autoestima, que sabe poner límites…

Ahí está la clave, que muchas veces nuestro adulto no tiene esas cualidades. ¿Cómo podemos, pues, dotarle de ellas? Bajo mi punto desde una postura de autoconocimiento constante, de vivir en el presente lo más posible y de ser humildes y honestos, primero con nosotros mismos y luego con los demás.

Hay otra parte que me parece muy interesante, y es que Cecilia y Eva comentan que este sentimiento de agradecimiento no es constante, no es sencillo, no es algo que una vez lo sentimos se quede con nosotros para siempre. No. “Es un sentimiento que podemos ir construyendo y afianzando a lo largo de toda la vida y que puede tener sus más y sus menos, sus idas y venidas” página 40

Y es que me parece que no hay nada más humano que eso, la fluctuación emocional. Y esta parte resta peso al proceso, lo convierte en algo más ligero y natural, más tranquilo y menos exigente. En definitiva: más alcanzable.

Somos miopes emocionales

Siguiendo el hilo de todo esto, las autoras continúan el libro hablando de lutos, pérdidas y traumas. En definitiva, de muchas de las causas que en ocasiones pueden acabar en que no podamos mantener un vínculo sano con otros miembros de la familia, especialmente con los padres.

Comentan que tendemos a centrarnos en aquello que nos dolió o que no nos gustó de nuestro pasado o de nuestros padres concretamente.

“La tendencia a fijarnos principalmente en lo que nos faltó nos lleva a justificar nuestras dificultades actuales basándonos en las carencias de entonces… Siempre estamos a tiempo de mirar lo que no miramos y de dar valor a lo que nunca se lo dimos”

página 55

En esta parte del libro, ellas aluden a las emociones y a lo complicado que es lidiar con ellas y gestionarlas. Comentan que todas las emociones son neutras, son información, y que en un primer momento podemos sentirlas intensas y verdaderas, pero que luego hay que saber regularlas, ajustarlas y armonizarlas. Además, según el momento de nuestra vida, podemos contarnos las cosas de una manera u otra, no siempre tenemos las mismas capacidades de gestión emocional.

Y se supone que conforme más mayores nos hacemos más capacidad de lidiar con las emociones, ¿verdad?. Ups, no siempre.

Este punto me parece muy interesante pues, de cara a volvernos a contar nuestra historia tenemos que ser capaces de gestionar las emociones que nos provoca el recuerdo, y tenemos también que darle contexto a eso que ocurrió y reordenar las emociones que sentimos. Ellas comentan:

“En cada momento nos contamos las cosas según los recursos disponibles y nuestras posibilidades de entendimiento”

página 57

“Nos conviene reversionar determinadas historias y reactualizar las emociones que llevaban adheridas para soltar lastre, madurar y sentirnos mejor”

página 58

Cecilia y Eva van culminando este tema así, con citas magistrales que le hacen a uno reflexionar sobre su relación con sus padres y su niñez.

“Una de las claves de la felicidad está en encontrar formas de narrarnos y comunicarnos que alcancen el corazón y tengan ese toque exquisito de calidez, que solamente es posible cuando se siente el pensamiento y se piensa el sentimiento, como recomendaba Unamuno”.

página 61

“Ser adultos significa tener recursos para afrontar las situaciones difíciles y, si no los tenemos, estar dispuestos a desarrollarlos”

Y con esto acabo, pues es exactamente donde quería llegar, lo que quería transmitir. El desarrollo personal o el autoconocimiento, para mi, va más allá de ser meramente un elenco de herramientas para superar momentos de crisis de nuestra vida.

Para mí es algo que es necesario en la sociedad de hoy en día, pues para relacionarnos con las personas, ya sean familiares o no, ya sean nuestros padres, nuestros hermanos o nuestros hijos, es importante que nos conozcamos bien a nosotros mismos y tengamos nuestros puntos flacos identificados, nuestros desajustes emocionales localizados, para así poder tener relaciones sanas y sinceras.

Es importante que hayamos ido reparando a lo largo de nuestra vida aquello que se ha ido desajustando, siempre con la intención de conectar más y mejor con el otro, de corazón a corazón. Porque conectar es complicado.

Termino con una publicación que compartió mi suegra en Facebook el otro día y que tiene que ver con todo esto. Se trata de una imagen de Gilbert Garcin, fotógrafo francés al que le gustaba hacer analogías con las imágenes. La fotografía que veis es de la serie en la que él quería transmitir el vínculo de las parejas.

A esta imagen le acompañaba un texto de la obra del escritor argentino Federico Falco, «Los llanos». Y os copio la referencia de su editorial ya que yo no me he leído la obra: Esta novela sutil, elusiva y bellísima aborda el duelo de una ruptura, la soledad que activa todos los sentidos, la sabiduría secreta de los versos iluminadores de algunos poetas, la necesidad de contarnos historias… Este es un libro sobre el tiempo que pasa y sobre el llano en el que habita un hombre que cultiva una huerta y mira y recuerda y escribe.

Os dejo con la imagen de Garcin y el texto de Falco:

La mécanique des couples, de Gilbert Garcin

«Estar con otro es difícil. Estar con otro es un trabajo, un esfuerzo. Entender, o tratar de entender. Lo que uno piensa que uno es. Lo que el otro cree que uno es. Los deseos y las ganas propias. Los deseos del otro. Las ganas del otro. El trabajo del otro y el trabajo de uno. El trabajo en equipo: el trabajo, la pareja, la amistad, la vecindad. Desgaste, malentendidos, entredichos. Lo que no se ve, lo que no se escucha, lo que no se quiere ver, lo que es tan terriblemente doloroso que uno prefiere no saber».

Obra «Los llanos» de Federico Falco

La imagen de la niña y la abuelita es de Ekaterina Shakharova on Unsplash

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5 Comments
Cristina Llorca

Me ha encantado Ana, hay veces que se escuchan cosas que parecen hechas a medida para una misma. me ha venido muy bien tus reflexiones y me compraré el libro! Me apetece profundizar más al respecto.

Gracias Cristina. El libro es muy sencillo y ligero, merece la pena tenerlo presente si es que te ha gustado lo que has escuchado aquí. Tiene mensajes más profundos si lo lees al completo. Me alegro que te haya resonado tanto y espero que te ayude de verdad. Un abrazo muy grande amiga 🙂

Irene

Me encantó este vídeo cast.m. Creo que es muy necesario cuidarnos la “psico” tanto o más como el físico. Algo de lo que se habla poco y la gran mayoría prefiere pasar de puntillas sin profundizar. Empezar por el origen parece un muy buen punto por el que comenzar.
Me he sentido bastante identificada y me ha hecho reflexionar.
Gracias Ana por compartir!

Gracias Irene por tu comentario, mi opinión es que hay que cuidar cuerpo, mente y mundo emocional por igual la verdad, pues las tres cosas nos ayudan a llevar un equilibrio mucho más saludable. También a veces creo que sucede que nos cuesta abordar ciertos temas emocionales porque no sabemos por dónde empezar, al final recibimos muy poca educación emocional. Revisar nuestro pasado puede ayudarnos, pues ahí se originan muchas de las neuras que viven con nosotros cada día, y saber que tenemos la oportunidad de contarnos las cosas de otra manera, o de aprender a ver nuestra relación familiar de con otros ojos es liberador.

Muchas gracias de nuevo por emplear tu precioso y limitado tiempo en comentar este artículo. Cuídate mucho a tí y a los tuyos 😉

[…] contaba que hablaba con mi suegra. Comentábamos el podcast número 3 y me decía […]

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