Disclaimer necesario antes de leer: Esta es una carta a Eduardo, mi marido (que todavía se me hace raro llamarlo así en posesivo), escrita después de 20 años juntos.
Pero también es un mensaje para todas aquellas personas (mujeres sobre todo) que, en algún momento de sus vidas se preguntan si el camino que eligieron fue el indicado.
Y si somos honestas y nos dejamos de apariencias y «buenismos», apostaría que es un porcentaje bastante alto las que se han visto en esta situación. Y no debería darnos miedo aceptarlo, pues es parte de nuestra naturaleza estar buscando mejores opciones a lo largo de nuestra vida, es instintivo.
Este también es, por tanto, un mensaje para quienes están en una relación de largo recorrido, o desean construir una. Para quienes a veces sienten la tentación de mirar atrás… o hacia los lados. Y para quienes saben, en el fondo, que amar de verdad también es elegir —y volver a elegir— todos los días.
¿Qué recordamos realmente de los comienzos? ¿Lo que pasó… o lo que queremos creer que pasó?
Dicen los expertos en memoria que los recuerdos no son registros fieles, sino reconstrucciones. Que a menudo rellenamos huecos, idealizamos momentos o los adaptamos para que encajen con lo que hoy pensamos que somos. Y no me extraña…
Porque cuando pienso en ti (Eduardo), y en cómo empezó toda esta historia y este largo recorrido, no sé si fue exactamente como lo recuerdo ahora mismo… Lo que sí sé es lo que siento a día de hoy.
Protección, seguridad, compañerismo, compadreo, tótem, equipo, cariño, unión, proyecto, cuidado, respeto, amor…
Eso es lo que puedo decir honestamente que se despierta. No siempre en ese orden, no siempre todos con la misma intensidad, pero desde luego son sentimientos y sensaciones totalmente reales y sinceras que han ido tomando forma todo este tiempo.
Sinceramente, me alegro de haberlo tenido tan claro desde el primer día. Cuando te conocí, con sólo 11 años, recuerdo la sensación de decirme internamente: «uno así quiero yo».
Aunque ahora realmente dudo de si esto pasó así o no…
Y no me preguntes qué pude ver, o qué definitivamente no vi… Pero la realidad es que se apuntaló un listón en mi cabecita infantil, y desde ese momento es como si supiese que todo lo demás sería puro entretenimiento, distracción, experiencia o aprendizaje superficial…
Nada ni nadie llegaría a adaptarse perfectamente a ese molde. Solamente tú, o alguien que mágicamente cumpliese todas tus características, rellenaría todos los huecos.
Creo firmemente en que todos en esta vida tenemos que renunciar a algo cuando elegimos un camino. Y que lamentablemente (o afortunadamente), nunca sabremos realmente si lo que dejamos de lado nos hubiese aportado mayor plenitud.
Y ahí reside la valentía de la apuesta, y su dificultad.
Elegir es de valientes, es de personas comprometidas.
Y elegir y apostar cada día por lo elegido, trabajar en ello, cuidarlo y confiar en que aquella elección fue la adecuada… ya no sé si es de personas sabias o de inconscientes testarudos.
Quizá un poco de las dos.
En este mundo en el que nos ha tocado vivir es muy fácil distraerte y encontrarte elucubrando qué sería de tu vida si hubieses tomado otras decisiones, si hubieses apostado por otros caminos.
Y a estas alturas de la vida, cuando rondas lo que se considera «la mitad del trayecto», es muy común sentir que «todavía estás a tiempo» para experimentar aquello que dejaste atrás.
En este punto, que para muchos podría ser crítico, no viene mal recordar ciertos fundamentos filosóficos para organizar tus pensamientos.
Una de las filosofías que más me ha ayudado a entender esto es el Budismo. No por religión, sino por la sabiduría que encierra sobre cómo funciona la mente humana.
En el Budismo se remarca la necesidad imperiosa de trabajar el apego, ya que es la causa de nuestro sufrimiento.
En su camino se promueve la atención plena, el desapego y la sabiduría para soltar la idea de que necesitamos algo o alguien para ser felices. La paz interior reside en la mente, no en la posesión de lo externo, dicen.
Es la mente y son las elucubraciones mentales sobre lo que no tienes, sobre lo que perdiste o dejaste de hacer, sobre lo que no elegiste… lo que puede llevarte al sufrimiento, lo que puede convertirse en una distracción mental que te lleva a no ver con claridad lo que ya tienes.
Te hace olvidar tu compromiso, tu elección, desvaloriza lo realizado y lo ya conseguido… Y te impide disfrutar plenamente de las pequeñas victorias que has ido consiguiendo día tras día.
Por otro lado, me alegro de haberme interesado por el desarrollo personal, por el autoconocimiento y la introspección… Porque es una de las mayores y más eficientes vacunas ante las ideas sin sentido.
Ante las picaduras del bicho de la comparación, la distracción y la sensación angustiosa del FOMO (fear of missing out).
Y sé que el secreto de nuestra relación no solamente reside en lo que ambos hemos hecho o dejado de hacer.
Que fuésemos amigos antes de pareja, que nos juntásemos relativamente jóvenes, que seamos los dos de la misma ciudad, que tuviésemos muchos amigos en común, que nuestras familias se conociesen…
Hemos tenido muchas facilidades en este sentido para que nos salgan las cosas bien.
Pero aún así, me alegro de que estemos trabajando juntos para que las cosas, efectivamente, vayan bien… Y de apostar por ti cada día.
Me alegro de haber podido desarrollar la capacidad de entender tu manera de querer.
Me alegro de que ambos cumplamos la cualidad de no ser perfectos, de que sepamos cuándo callarnos, y de que ya no necesitemos hablar tanto para entendernos.
Me alegro de que ambos tengamos la capacidad de reconocer nuestros errores y de que sepamos pedir perdón.
Me alegro de que hayamos conseguido que solamente la presencia del otro nos haga compañía…
Y te agradezco enormemente que me hayas elegido… Y que me sigas eligiendo un día más después de estos 20 años juntos…
«Y me alegro de que no caigas en las tentaciones malignas del infierno y te vayas con cualquier chiquita jovencita que te haga ojitos»
Porque después de 20 años, lo importante no es si el por qué estamos juntos lo recordamos perfectamente o no… sino que nos sigamos eligiendo todos los días, como si fuese la primera vez.
Felicidades mi amor.
«Te quiero mucho»
Yo te busco, no te preocupes
Únete a la newsletter y recibe en tu bandeja de entrada todas las nuevas historietas que mando a los suscriptores
Anita Balle
Autora de este Blog
La parte cotilla de todo esto
Publicista y creativa de profesión, psicóloga de vocación y actualmente ejerciendo también como terapeuta. Madre de familia y pareja de ingeniero. Actualmente viviendo en Hamburgo.