Llevo dos intentos fallidos de escribir este post. Dos envíos a la papelera porque me enredo y me voy por las ramas cuando el mensaje es claro: ¿qué está pasando con el Feminismo?.
Hablar de feminismo es suicida a día de hoy. O los tienes bien puestos -los ovarios- y te lanzas a la arena, o mejor te quedas callada. Porque está la cosa que arde.
Periodistas que se enzarzan en discusiones, ganas de no leer entre líneas y ganas de machacar a todo aquel que no siga una línea en concreto.
Si dices porque dices y si no dices porque no dices. El caso es estar al quite para «tapar bocas» y dejar en evidencia. Todo menos feminismo, bajo mi punto de vista.
¿Qué pasa con el término Feminismo?
Deberíamos darle vueltas a por qué la gente le está cogiendo tirria al término, con lo bueno y bonito que es. Porque en esencia, el movimiento es precioso. Un movimiento de igualdad entre mujeres y hombres, un movimiento femenino, es decir, de unión entre nosotras para conseguir un fin, que nuestras vidas sean lo más plenas posibles. ¿Es así no?
Algo tan natural que se lleva haciendo desde los albores de la humanidad, y que tribus indígenas de la Amazonia y de la África más virgen siguen manteniendo. Las mujeres allí lo tienen claro, ellas son la base de la tribu, las que alimenta al resto mientras la carne o el pescado no llega, las que educan, las que aconsejan y las que preservan la especie. Siempre en cooperación entre ellas y con ellos.
¿Qué ha pasado por el camino del movimiento Feminista?. El otro día vi un documental emitido en La Noche Temática de La 2 de RTVE en la que ya se cuestionaba el término hace tres años. En «¿Quién quiere ser feminista?» ya se muestra las diferencias que hay en el movimiento y en su definición. Puedes verlo aquí.
Un movimiento que realmente es universal, que no debe tener como una casa única- como Génova o como Ferraz-, que es algo que es de todos y de todas. ¿Por qué no aceptar varias de sus formas? ¿Por qué lo están rechazando, sobre todo mujeres? ¿Cómo puede ser que alguien se muestre en consonancia con la definición de feminista pero no con el término?. Es como que algo ha fallado por el camino y el coche se cae a trozos a mitad de viaje.
El feminismo es tan universal que cualquiera puede atribuírselo y hacer cosas en su nombre. Y aquí creo que está parte de la respuesta. La palabra «feminismo» varía de vibración según quien lo pronuncie. No es lo mismo que lo haga una mujer de barrio humilde de una gran ciudad, que una activista universitaria con ganas de expresarse, que un político de turno, que una periodista de programa de chismes, que una escritora de renombre.
Como cualquiera puede enarbolar la bandera del Feminismo -porque no hace falta tener ningún carné gracias a Dios-, entran en juego los prejuicios de la gente hacia la gente -sea del sexo que sea-. Deja entonces de haber unión verdadera, coherencia, aceptación de diferentes voces, y la buena causa de este movimiento se desvanece.
¿Le cambiamos el nombre?
¿Qué tal si probamos el movimiento femenino? La energía femenina está tanto en hombres y mujeres, ambos sexos pueden manifestarla. La energía femenina es la energía de la maternidad, del cuidado, de la nutrición, de la cooperación.
Lo femenino es lo que acoge, sin importar que cada uno sea diferente, o que se exprese diferente. Es la energía que cuida las buenas tradiciones, los rituales. Lo femenino educa escuchando y compartiendo, tolerando e integrando. Tejiendo.
No hay duda de que hay una revolución en marcha, de que el camino hacia los valores femeninos se está dando aunque sea discretamente. Si miramos hacia atrás unas décadas ha habido avances.
Según mi punto de vista es importante no perder el foco y pensar si las maneras en las que se está dando esta «lucha feminista» perpetúan modos de actuar que no son los que realmente el movimiento hacia la igualdad entre géneros busca.
¿Podremos conseguir una revolución femenina con un movimiento en el que se ven actitudes de separación, de estratificación y de diferenciación?. ¿Podremos conseguirla sabiendo que bajo la bandera de uno de los movimientos femeninos más grandes del planeta no todas se sienten a gusto?
Porque una huelga de un día no cambia los 364 días restantes en los que puedes fomentar los valores del feminismo o de lo femenino. Si queremos revolución la respuesta está en la educación, en los transmisión de los valores humanos, en el día a día, en tu comunidad, en casa.
Somos las madres de esa generación de hombres y mujeres que pueden llegar a conocer un mundo en el que la igualdad sea un hecho y en el que lo importante sea mantener el respeto de los unos a los otros. Tengamos lo tengamos entre las piernas.
Este es mi punto de vista, privado y personal. Espero que no me corran a gorrazos. Me puedo llegar a llamar feminista, sobre todo porque respeto y valoro lo que otras mujeres consiguieron en el pasado bajo esa bandera violeta. Me puedo llegar a llamar feminista porque quiero igualdad de oportunidades para todos los seres humanos de este planeta.
Pero no soy mujer de slogans y revueltas de un día. No grito, acepto que otras lo hagan, no me manifiesto, acepto que otras lo hagan. Yo intento trabajar los valores del feminismo y de lo femenino en mi día a día, en mi casa, con mi familia, con mis compañeras de trabajo. Siendo madre de tres hijas, siendo hermana de dos mujeres, siendo autónoma, teniendo compañeras de trabajo, ¿cómo no voy a querer igualdad de oportunidades para las mujeres? Soy feminista y soy muchas más cosas. Cada una con su manera de vivir y transmitir.
Añado una aclaración sobre este post a raíz de los comentarios de mi querida amiga Sandra en las redes sociales:
Yo respeto a las que paran, por supuesto. Lo que siento es que hay que trabajar esto todos los días y desde un lado, el femenino. Y hay actitudes, mediatizadas por supuesto, que dan a entender que no hay coherencia en el camino, y de ahí que se esté rechazando el término feminista, y sólo el término, no los valores o su significado.
Mi posición no es un no a la huelga. Es un sí a la huelga que cada una quiera hacer, y un ánimo a revisar desde qué energía queremos el cambio y lo “trabajamos” -en vez de decir lo peleamos-.
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