Los niños de Balmis

Los niños de Balmis

Los niños de Balmis

Jerónimo estaba tan nervioso que no sabía ni dónde había dejado sus zapatos nuevos. Volvió a recorrer la habitación de cabo a rabo mirando por todos los rincones, debajo de las camas de cada compañero, y hasta en la pequeña estancia que servía como zona de aseo.

Por fin los encontró, estaban bajo una montaña de mantas viejas que utilizaban los más avispados las noches de frío intenso. Seguramente alguien les había dado una patada y los habían escondido en un acto de envidia.

No era para menos, menuda aventura les esperaba. ¡Viajar a las Américas! ¡Ser héroes de la época! ¡Vivir aventuras!.

Para Jerónimo “el pelao”, que era su nombre largo, lo de menos era lo de la vacuna. Él ya había tenido que vivir un año fuera del orfanato y había sobrevivido, esa viruela no le iba a hacer nada.

Más le hizo el bocado de aquel sarnoso que le dejó esa cicatriz tan fea en el gemelo hace ya un par de años. Más le hizo el invierno pasado que casi le deja sin dedos cuando tuvo que dormir en la calle. Y más le hicieron sus padres, abandonándole en la puerta de aquel establo.

Isabel, la rectora, estaba en el rellano con los otros niños y le llamó a gritos a través del hueco de la escalera. 

Jerónimo bajó corriendo veloz con su ropa nueva, luciendo sus lustrosos zapatos y tapando su cabeza rapada con un gorro, también nuevo. Al hombro llevaba un saco con el resto de las cosas que la expedición les había regalado para el viaje: otros pares de zapatos, una muda de invierno y verano, pañuelos para el cuello y la nariz, un peine y un juego completo de cubiertos y platos. 

Isabel Sendales miró a los chiquillos, 22 en total, unos cuantos venidos de la casa cuna de Santiago de Compostela, otros tantos de la Casa de Desamparados de Madrid y los suyos del Orfanato de la Caridad de La Coruña. 

Entre ellos estaba su propio hijo: Benito Vélez Sendales. Y con una mirada que traspasaba las fronteras de la maternidad, la caridad, la solidaridad y la humanidad les dijo: ¡Sois unos valientes! y yo estaré con vosotros pase lo que pase.

Eran pocos los momentos en los que la Señora Isabel dedicaba palabras como aquellas. Ella era más de gestos, de abrazarnos o reprendernos, de tirarnos de las orejas y de limpiarnos las heridas de la calle. 

Los que llevábamos tiempo con ella recibíamos su cariño de muy diversas formas y sabíamos interpretarlo. Ese día, en sus ojos, se podía vislumbrar a la incertidumbre acompañando con paso firme al gran peso de la responsabilidad, la cual estaba instalada en su mirada desde que se hizo cargo del orfanato.

El Doctor Francisco Javier Balmis Berenguer apareció de repente. Quitándose el sombrero se presentó ante todos y nos contó algo sobre nuestras camas en el barco, unos orinales, unas zonas de confinamiento y también algo sobre la comida.

No presté mucha atención, justo cruzaron el cielo dos gaviotas que comenzaron a pelearse y me quedé absorto en su conflicto. De todas formas, en la vida tampoco hay que saber todo lo que dicen los adultos, eso lo he aprendido bien en estos siete años.

Como uno de los mayores de la expedición, subí en último lugar por la rampa de la María Pita. ¡Qué nombre tan imponente para una corbeta! Anda que no había escuchado historias de cómo esa mujer defendió La Coruña de los malvados piratas ingleses, matando incluso al hermano del mismísimo Drake.

En el buque todo era bullicio. Me asomé por la borda contemplando el horizonte. Zarpábamos ya mismo. Nos irían contagiando la viruela unos a otros para llegar a las Américas y ayudarles a vencer a esta enfermedad tan mortífera. Más mortífera que los piratas.

Y después… ¿y después?… Y después seguiré viviendo aventuras.

Relato inspirado en la Expedición Filantrópica de la Vacuna, que entre 1803 y 1806 extendió la vacuna antivariólica por América y Asia. El alicantino Francisco Javier Balmis Berenguer encabezó así la que puede considerarse primera misión humanitaria de la historia.

Gracias, como siempre, a la inestimable labor de José Carlos G. de Memorias de un Tambor por sus impresionantes podcast sobre historia. Puedes escuchar «Balmis. La expedición de la vacuna» aquí.

El 30 de noviembre de 1803, la expedición zarpó del puerto de la Coruña con rumbo al Nuevo Mundo a bordo de la corbeta María Pita. La viruela diezmaba ciudades, provocaba la muerte, y en el mejor de los casos, ceguera y marcas faciales de por vida. El sacrificio de los pequeños, y el de toda la expedición, fue crucial para la salvaciones de miles de vidas.

Referencias:

Primera y princial, el podcast de Memorias de un Tambor: «Balmis. La expedición de la vacuna»

https://www.elmundo.es/cronica/2019/08/29/5d601efb21efa091038b45a7.html

https://www.abc.es/historia/abci-dramatica-expedicion-espanola-para-curar-22-angelitos-viruela-mundo-202003180157_noticia.html

https://balmis.org/articulos/articulo-2/

https://www.diariosur.es/sociedad/201612/21/ninos-viruela-20161221191228.html

https://historia.nationalgeographic.com.es/a/expedicion-balmis-ninos-que-llevaron-vacuna-viruela-a-america_15225

Imagen de portada:

El doctor Edward Jenner (1749-1823) efectuando la primera vacuna contra la viruela en 1796 (1879), óleo sobre lienzo de Gaston Mélingue (1839-1914), Collection Bibliothèque de l’Académie nationale de médecine, París. Los avances de Jenner otorgaron al Dr. Balmis los conocimientos necesarios para la planificación de la Real Expedición Filantrópica. Encontrada en: https://www.despertaferro-ediciones.com/2019/real-expedicion-filantropica/

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Anita Balle

Publicista y Autora de este Blog

La parte cotilla de todo esto

Publicista, estudiante de Psicología y Morfopsicología. Aprendiz de coaches y otros mentores. Madre de familia y pareja de ingeniero. Actualmente viviendo en Hamburgo.

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