Hijos adictos, padres aburridos

Hijos adictos, padres aburridos

Comportamiento perfecto de los niños/as frente a las cosas azucaradas: El niño/a se aproxima tranquilamente al pasillo de chocolatinas del supermercado. A continuación busca la mirada aprovatoria de su madre perfecta. Ella asiente lentamente con una sonrisa en los labios. El niño/a recorre con la mirada la estantería hasta que reconoce las galletas de avena bañadas en chocolate negro orgánico de Comercio Justo con tan sólo 1 gramo de azúcar por galleta proveniente de fuente natural. Además el paquete es 100% reciclable. Todos felices.


Comportamiento de mi imperfecta tercera hija: «¡Cuuuuuuuuuuucaaaaaaaaaaaaaa!* Mamá chocolateeeeeee, ¿puedo dos, puedo tres? No, ya sé ¿puedo cuatro que son los que voy a ser?» -ojo el spanglish incipiente-. «¿Puedo the cute one?, ¿puedo the biggest one?»

*Cuca = chocolate en el lenguaje de tercera hija.

Ya tiene tres chocolatinas en la mano, ¿tienes tú la energía vital para enfrentarte a ella ahora mismo?, ¿incluso cuando tiene como apoyo al escuadrón de la muerte de sus dos hermanas mayores que te están recordando la última vez que compraste galletas de chocolate, allá por el 1999?.

Yo a veces tengo la energía vital para llevar a cabo la guerra con una serenidad pasmosa, increíble. Parezco el propio Buda con hijos, imperturbable… Y a veces tengo un monstruo que sale por mi boca y te aseguro yo que no se compra ni un dulce, ni ellas ni nadie en todo Tesco. ¡Mamma mia!.


Así que me da la sensación de que tercera hija tiene un verdadero problema con el azúcar o el dulce. Y es una observación totalmente objetiva comparada con la respuesta física ante el mismo estímulo de sus dos hermanas mayores. O sea, que esto es científico 100% y testado en humanos.

Ella se levanta y pregunta por el desayuno, a continuación pregunta por el postre del desayuno.

«¿Qué postre hija? En el desayuno no hay postre».

Entonces se enfada y no desayuna hasta 15 minutos después que se le pasa. Y ya vamos alterados con los tiempos, y es que las mañanas están milimetradas al minuto ¿verdad? nada puede fallar…

En la siguiente comida vuelve a preguntar por el postre. Otra vez. Incluso a veces se levanta pronto de la cama porque sabe que ese día hay desayuno «dulce». Es tremenda.

A veces encuentro a tercera hija ante los dulces poniendo la misma cara que Homer Simpson ante las rosquillas -real-.

De hecho hubo una vez que su padre le prometió comprar rosquillas a pesar de que tercera hija no había comido rosquillas en su vida. La niña estaba empeñada. Solamente con decir el nombre «rosquillas» tercera hija babeaba y se le ponían los ojos en blanco. Impresionante.

Directamente había hecho todo el aprendizaje de los perros de Pavlov en milésimas de segundos.

Palabra «rosquilla» = babeo.

He de reconocer que durante su gestación me comí unos cuantos Donuts, ejem, ejem. En mi defensa diré que quería aprovechar que iba a ser mi último embarazo, ¡era el momento perfecto!. En fin, lo hecho, hecho está.

Otro dato curioso que confesaré es que cuando le hice la primera foto a tercera hija -bebita ella, de rosa, recogidita y preciosa-, la mandé a todo el mundo por whastapp y puse: «Dulce Manuela». ¡¡¿¿Cómo te quedas??!!


El caso es que yo no sé que hacer, la verdad, estoy un poco perdida en este asunto. O no le vuelvo a dar nada de azúcar en su vida, lo cual es imposible, ni si quiera yo podría aguantarlo. O apelo al «ya cuando sea mayor que se gestione» y lo dejo pasar y me vuelvo más laxa en ese sentido. Y de paso pago el dentista con sus aguinaldos…

Dicen que si les permites tener acceso a lo «prohibido» aprenden a gestionarse solos, o eso he leído por ahí. Pero yo no estoy segura, no me fio de dejarla a su aire. ¿Algún experto en la sala?.

Tampoco creo que esto venga como una reacción extrema de no haberle expuesto al azúcar en su vida. De hecho las tres hijas toman cosas con azúcar de vez en cuando como todos los niños, aunque quizá un poco menos que la media.

Truco infalible: lo que no quieras que coman hay que dejarlo siempre fuera de casa, nunca ponerlo en la cesta de la compra -o por lo menos no de contínuo-. Caprichos fuera de casa y todos felices y sin tentaciones.

Yo, ahora mismo -antes no lo he sido-, me considero un muy buen ejemplo viviente para mis hijas a nivel de alimentación. Así que mi parte de «ser el cambio que quieres ver en el mundo» está servida. Añadirme una mantita naranja, raparme la cabeza y subirme al Tíbet. Si eso cuenta algo, por lo menos ya lo tengo.


El caso es que me parece complicado educar a los niños en este sentido. Encontrar el punto medio entre ser una «corta rollos extrema radical de lo saludable» y ser una «su cuerpo sabe lo que necesita dejemos que la naturaleza actúe sin intervención» es para mí tarea difícil.

Por lo pronto, y dado que tercera hija va en camino de convertirse en el Gremling malo de la película y no sólo durante la noche… prefiero seguir restringiendo el azúcar en casa y pecar de «madre aburrida».

Eso sí, para su cumple ya le he prometido la tarta de chocolate con bolitas que tanto le gusta. «Con rocket ships mummy» me dice… ¡Ay que me la como!.

Photo by Yarden on Unsplash

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1 Comment
EV

No hay que dar azúcar a los niños nada más que las “ fiestas de guardar “ y así los acostumbras a ser una madre feten 😍

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