Beethoven y la novena

Beethoven y la novena

Beethoven y la novena

Los asistentes estaban de pie aplaudiendo enérgicamente. Agitaban también sus pañuelos y de vez en cuando se podía escuchar algún silbido atrevido que se saltaba a la torera el protocolo movido por la emoción.

El Teatro de la Corte Imperial de Viena ovacionaba por última vez al maestro en vida. Al genio de fruncido entrecejo, mirada sombría y aspecto hosco y desaliñado.

Él no se daba ni cuenta, con la respiración agitada seguía inmerso en la partitura y contemplaba en absoluto silencio a los componentes de la orquesta sinfónica y el coro.

Uno de aquellos coristas se acercó a él con paso decidido, le cogió del brazo y le giró hacia el público. Fue ahí cuando el virtuoso Ludwig fue consciente de lo que estaba sucediendo. Estaba seguro de que aquel 7 de mayo de 1824 pasaría a la historia.

No pudo evitar que un nudo se le formase en la garganta. Estaba emocionado por la respuesta del público, al que podía ver aplaudiendo y moviendo los brazos incansablemente, pero a la vez estaba rabioso y sentía esa sensación de eterna insatisfacción.

Recordó por un momento a su madre, la primera víctima de la crueldad de la vida, una mujer amorosa y depresiva a partes iguales que tuvo la desgracia de ver morir a varios de sus hijos siendo muy pequeños. 

Rememoró después una de las bofetadas que le propinó su padre alcohólico, cuando una noche cualquiera se negó a levantarse de la cama para tocar delante de él y sus amigos. 

Apretó los puños cuando volvió a sentir por un instante el amargo sabor del rechazo por parte de todas y cada una de las mujeres de alta alcurnia a las que había amado. Un sentimiento que le había atravesado el corazón hace años y del que nunca pudo recomponerse.

Y sintió una pena profunda e inconsolable al revivir todos y cada uno de los tratamientos que había probado para poder poner fin a su maldita enfermedad. Aquella lacra se había apoderado de él, lenta pero segura. Día tras día había sucumbido a ella y hubo momentos incluso en los que el músico fue muerto en vida.

La vida se le escapaba de las manos y aún así seguía demostrándole jornada tras jornada el gran talento que tenía y que había sabido cultivar por un lado, para luego, por otro lado, enseñarle la cara más amarga, oscura y cruel. Aquella que arrebata e impide a un ser humano la capacidad de disfrutar plenamente de sus hazañas y de lo que le queda por ofrecer.

“Y la gente se pregunta por qué tengo este carácter”, solía repetirse una y otra vez. “Esta miserable vida me ha tratado como un perro callejero al que un día ceban con banquetes, y al siguiente le rompen las piernas a base de palos”.

“Y pese a todo doy gracias a la vida. Gracias por permitirme seguir mostrándome a través de la música, incluso en este estado lamentable y paradójico, un sordo componiendo y poniendo en escena una de las piezas musicales más impresionantes jamás conocida. Y no lo digo yo, lo estoy viendo en los ojos de ellos, en sus aspavientos, en sus rostros…”

Puede que un solo evento de tu vida, represente toda ella al completo. Aquel día se tocó por primera vez la novena sinfonía del irreverente Beethoven, el cual paradójicamente, aún estando presente, jamás pudo escucharla en vivo.

La 9ª Sinfonía de Beethoven se tocó por primera vez el 7 de mayo de 1824 en el Teatro de la Corte Imperial de Viena. Ludwig van Beethoven tenía 54 años y llevaba ya varios años completamente sordo. Moriría tres años después en Viena, una noche de tormenta que los biógrafos insisten en recalcar. Se dice que a su funeral acudieron unas 20.000 personas. Pese a la fama de su carácter extremo, tuvo amigos cercanos que cuidaron de él y supieron reconocer su talento y hazañas.

La 9ª Sinfonía ha sido empleada para todo tipo de actos de diversa índole. Desde himnos de países hasta en celebraciones tanto de carácter dictatorial como republicano. Tanto en Oriente como en Occidente.

Beethoven, sin saberlo, llevaba componiendo esta pieza desde 1793, con apenas 22 años, cuando decidió musicalizar el poema de Friedrich Schiller “An die Freude”, conocido como “Oda a la alegría”. Cuando en 1817 la Sociedad Filarmónica de Londres le encargó la composición de una sinfonía, Beethoven vio el momento de dar salida a todos aquellos sentimientos y vivencias que había estado acumulando en torno a ella.

Para los que no somos expertos en música clásica, la 9ª Sinfonía es una auténtica obra maestra por muchas razones. De principio a fin, esta pieza habla de la propia vida, de las tragedias y las alegrías, de la transformación y la hermandad. Así lo explica por ejemplo Íñigo Pirfano en este video, en el que va desglosando cada momento y explicando con detalle lo que significa.

Referencias:

Podcast «Personas con Historia» capítulo 79, puedes escucharlo aquí.

Artículo de Cultour Incoming, «Beethoven en Viena, el Año Beethoven P.3» puedes leerlo aquí.

Artículo en BBC News, «Beethoven: cómo la emblemática Novena Sinfonía se convirtió en un símbolo político», puedes leerlo aquí.

Artículo en La Vanguardia, «La Novena de Beethoven, una sinfonía para el mundo», puedes leerlo aquí.

Documental «ALEMANIA (Los Archivos de Beethoven) – Documentales», aquí.

Documentales de Raquel de la Morena, «BEETHOVEN | La HISTORIA REAL del célebre músico LUDWIG VAN BEETHOVEN, aquí y aquí.

Imagen destacada de Hadi Karimi: https://hadikarimi.com/portfolio/ludwig-van-beethoven

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Anita Balle

Publicista y Autora de este Blog

La parte cotilla de todo esto

Publicista, estudiante de Psicología y Morfopsicología. Aprendiz de coaches y otros mentores. Madre de familia y pareja de ingeniero. Actualmente viviendo en Hamburgo.

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