La sensación de no llegar es algo que observo en mi desde hace mucho tiempo. Lidiar con ella es desagradable muchas veces, pero he de reconocer que si la observas desde otro punto de vista, es fácil de desmontar también.
Al final, mi percepción sobre esta sensación es que se trata de una lucha interna entre lo que te pasa y lo que te gustaría que te pasase, así como también es una lucha entre lo que el tiempo es y lo que tú quieres que sea. Así a modo básico. Y esto que parece muy sencillo, es algo extremadamente complicado en muchas ocasiones de sacar de la caja de herramientas emocionales y aplicarlo.
¿Por qué? Porque en mi opinión tenemos muchísimos gatillos que nos activan esa sensación. Gatillos propios, humanos, inherentes a nuestra naturaleza y forma de ser. Y gatillos externos, por el momento que vivimos actualmente, nuestro entorno, la sociedad, etc.
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Esta semana particularmente he vuelto a lidiar con esta sensación de no llegar. ¿De no llegar a dónde? De no llegar a las cosas, a los planes, a los requerimientos, a los objetivos… Aquí puedes tú poner lo que quieras. El caso es que hay una sensación real de no llegar a todo.
Y a partir de aquí podemos empezar a desgranar:
¿Tenemos que llegar a todo? ¿Podemos llegar a todo? No. Esta es fácil. Y quien no lo entienda tiene un problema. Sinceramente. Parece algo a veces muy obvio y muy tonto, pero de verdad creo que hay gente que no entiende que no se puede llegar a todo.
Por ejemplo, aquellos “líderes” de equipo que exigen a sus compañeros o subordinados, dependiendo de cómo de líderes sean, que piden y piden esfuerzo y trabajo y que salgan las cosas sin tener nada más en cuenta.
En este sentido, si tú eres de los subordinados o trabajadores, y es mi caso personal pero creo que podría venir bien a algunas personas tenerlo en cuenta, creo que lo determinante son dos cosas:
Primero, ser honesto. Saber que tienes una responsabilidad con ese trabajo, con ese proyecto, etc. Y es tu responsabilidad dar lo mejor de ti cuando desarrollas tus tareas. Sin autoengaños ni excusas. Dar lo mejor es eso, dar lo mejor con lo que tengas cada día. Si un día estás cansado, o estás más desmotivado, que esto pasa, pues dar lo mejor con eso también. Y entiendo que esto no es fácil en determinadas profesiones, pero creo que sí se puede aplicar como máxima general.
Segundo, ponerte como prioridad. Y cuando digo esto no me refiero a que lo primero por lo que tengas que preocuparte o lo primero a lo que tengas que hacer caso es a ti mismo. No me refiero a pensar que estás sólo en el mundo y que no hay nadie más con los que hay que interactuar y relacionarse. La vida es interacción social también, y encerrarnos en “yo soy así y punto” o “es que soy así y ya está” no ayuda. Nos tenemos que saber amoldar y adaptar también.
Cuando hablo de ponernos como prioridad me refiero a saber qué es lo que a nosotros nos va bien o nos ayuda para dar lo mejor de nosotros mismos. Porque eso es lo que puede marcar la diferencia.
Si cada día te levantas y no te atiendes, al final te pierdes y tienes la sensación de estar siempre por los demás. Es por ello que creo que elegirse cada día durante un momento, ya sea en forma de meditación, lectura, paseos, soledad, reflexión, deporte, lo que sea… para mi es fundamental.
Personalmente así lo aplico, durante el día hay ciertas actividades que yo he elegido hacer para mi. Que tienen un propósito para mi. Y van cambiando, pero son comunes en una cosa: yo las he elegido y las hago para mi.
Y se que ese tiempo podría dedicárselo a trabajar más, por ejemplo, claro que si, o podría dedicárselo a estar más con mis hijas o con mi pareja, o podría dedicárselo a estudiar o practicar ciertas cosas que luego me beneficiarán en el trabajo, por ejemplo, pero no, elijo que ese tiempo es para mi y para eso que yo haya elegido.
Dependiendo de la época, la carga de trabajo, cómo me encuentre en líneas generales y, obviamente dependiendo también de cómo está mi entorno, tengo más o menos momentos para mí en el día. Y de hecho he experimentado que, cuando no los tengo o cuando los dejo de poner como prioritarios para ceder esos momentos a mi trabajo, mi familia u otra labor, por muy socialmente aceptada que sea esa labor, acabo mal.
Acabo sintiéndome que no “estoy” en líneas generales, acabo perdiendo de vista mi vida o mis objetivos a corto o largo plazo, acabo perdiendo mi perspectiva.
Y entiendo que esto es normal y esto pasa. Se reconduce y podemos seguir.
En conclusión, ante la pregunta ¿tenemos que llegar a todo? La respuesta es un no rotundo. E invito a volver a enfocar la pregunta de esta manera ¿Tengo que llegar a todo en todas las áreas de mi vida?
Porque aquí tenemos otra cuestión que viene bien analizar. ¿Qué áreas de nuestra vida tienen más peso?. En cada momento unas ganan a otras, es algo natural y que todo el mundo puede comprender.
Ahora mismo ¿qué áreas de tu vida son las más importantes? Y no, no podemos elegir todas, lo siento. Esto tampoco quiere decir que si eliges que tu trabajo es más importante que tu familia, que ojo que esto pasa aunque nadie lo diga, vayas a dejar a tu familia de lado.
Lo que quiere decir es que le das más peso a los objetivos de tu trabajo que a los objetivos de tu familia. Y todo es comprensible, matizable y se puede poner en escala de grises sin irnos a los extremos.
Y es que los objetivos de cada área también son diferentes. En el trabajo puedes tener objetivos semanales, mensuales… Y en la familia tus objetivos son, seguramente, a muy largo plazo. Ahí hay una gran diferencia de dedicación mental en el día a día también.
A cada área de tu vida le das el peso que corresponde, desde tu honestidad y desde tu verdad, y desde tu situación personal. No reconocer esto también puede hacer que muy a menudo tengas la sensación de ir contra corriente.
ME EXPLICO: Persona que pone su vida laboral por encima de su salud física, es decir, hacer deporte, moverse todos los días, etc. Resulta que esta persona tiene un verdadero interés por llevar una vida más saludable, en concreto por hacer deporte, pero piensa que su vida laboral debe ser más importante. Ojo, piensa que debe ser, pero su elección honesta, la que de verdad piensa, cree y quiere para él es al contrario. Es decir, si fuese sincero diría “para mí es más importante moverme todos los días que trabajar”.
¿Qué pasa socialmente si decimos eso? Pues no voy a entrar en detalles pero si queréis pongo más ejemplos. ¿Qué pasa si una madre dice que para ella lo primero es su salud física, entendiendo por esto hábitos de deporte alimentación, etc, que su familia? …. Dejo espacio en blanco para que desarrolléis vuestro pensamiento.
A donde quiero llegar es a esto: que tú digas que tu prioridad diaria, para contigo, es dedicarte tiempo a ti y a tu bienestar, no está bien visto. Así que digo, ok, no hace falta que lo digas, pero practícalo.
Y cuando llegue tu hora de salir del trabajo y quieres hacer deporte después, hazlo sin dudar. O si te levantas temprano para hacer deporte, hazlo y no te pongas a trabajar. O que si un domingo quieres ir a correr 5 horas y eso supone no estar con tu familia, hazlo. Porque siempre que lo hagas en tu zona de equilibrio y siempre que lo hagas en la zona de respeto y equilibrio de tu entorno, te va a ayudar.
Entonces sabemos, porque creo que todo el mundo lo sabe, que no podemos llegar a todo y no podemos llegar a todo en todas las áreas de nuestra vida, y esto tiene que ver más entonces con una ilusión de lo que nosotros querríamos y la realidad de lo que luego es.
¿Qué nos despierta la sensación de no llegar?
Como he comentado al principio, creo que hay ciertos gatillos que nos despiertan esa sensación de no llegar. Y digamos que en líneas generales podemos clasificarlos en internos y externos.
Los internos ya los conocemos de sobra. El ser más o menos exigente con uno mismo, la forma de ser, cómo nos han criado y nuestras creencias o mentalidad sobre cómo deben ser las cosas, etc. Aquí el conocerte y aprender a lidiar con uno mismo es la única salida, así como aprender a ser flexible y a entender que no estamos solos en este mundo, que es vital contar con los demás
Así que aquí no me detengo mucho, pues tampoco soy una experta en el tema.
En el segundo grupo, los gatillos externos, tampoco soy ninguna experta pero os voy a hablar desde mi experiencia personal, a ver qué os parece.
Yo considero gatillos externos que despiertan la sensación de “no llegar” a nuestro entorno, a las redes sociales, la Neofilia y a determinadas herramientas de productividad que empleamos en el día a día.
El entorno, primer gatillo
Lo que nos rodea nos influye, todos lo hemos notado. Estar en una empresa altamente competitiva en la que estás constantemente comparándote con los demás, en que parece que tienes que demostrar tu valía cada día, etc. Esto mismo es aplicable a familia, es decir, si tu entorno familiar también es altamente exigente y competitivo.
Es fácil atar cabos y saber cómo nuestro entorno puede ser el primer gatillo externo que fomenta esa sensación de no llegar. Obviamente nosotros elegimos cómo reaccionamos ante eso, está claro, pero creo que podemos también tener en cuenta que si estamos expuestos a ese input de competición cada día, pues no ayuda nada y es mucho más complicado.
Las redes sociales, el segundo gatillo
Que levante la mano quien no esté en ninguna red social. Bueno, no os puedo ver pero si me lees casi seguro que en alguna estás. Las redes sociales promueven unos ritmos de vida y la atención a unos personajes que nos fabricamos constante. La recompensa es tan altamente gustosa para nuestro cerebro que nos puede enganchar peligrosamente. Hay estudios que aseguran que la serotonina que despierta un «like» es comparable a la sensación de placer cuando tomamos dulces o tenemos una sensación muy placentera.
Dar de comer a esa máscara que creas en redes sociales exige mucho y puede despertar una sensación de que no llegas, de que quizás deberías publicar más o ver más o leer más a este influencer, etc…
Si eres una persona a la que le gusta exponerse, la dedicación a la red social se incrementa cada día. El algoritmo está pensado para eso, para exigirte más y más contenido.
Si eres una persona a la que le gusta mirar, leer, seguir, aprender… Es decir, eres más pasivo pero consumes redes sociales igualmente, podemos encontrarnos con la sensación de que nos estamos perdiendo algo si no estamos.
Y ahí eternizamos el scroll, buscando más y más información sobre lo que nos gusta. Y acabas con la misma sensación que al principio casi, que nunca es suficiente, que me voy a perder algo si hoy no entro y miro lo que ha dicho X o Y persona. Si no escucho su podcast, si no veo sus videos, etc.
La Neofilia, el tercer gatillo
En este sentido, y potenciado en cierto modo por las redes sociales, tenemos también el fenómeno de la Neofilia. Red social nueva, allá voy. Ya no nos bastaba con Facebook y Twitter, después llegó Instagram, ahora Twich, Club House… ¿Dónde más me tengo que hacer un perfil para no perderme nada?
¿Qué es lo nuevo que viene? ¿Qué hay por ahí que yo no sepa aún? No quiero algo que ya sabe todo el mundo, necesito lo nuevo, estar a la última, aprovechar cualquier oportunidad para conocer más y más novedades. No se puede repetir tema, no se puede reeler el mismo libro, aunque me haya encantado, no se puede volver a lo conocido… El bucle es infernal y la única salida es la de aceptar que nada de lo nuevo te va a calmar.
Los gadgets de productividad, el cuarto gatillo
Estas herramientas tecnológicas que tanto nos facilitan la vida están cargados por el diablo, como los gatos. Y es que es como casi todo, en la dosis está el veneno.
Está claro que un reloj que cuenta pasos te va a dar una información muy valiosa y puede promover que hagamos más caso a nuestro movimiento diario. Pero de ahí a que cada vez tengas que superar los objetivos de pasos que marca el relojito, hay un mundo.
Pues obsesionarse con este tipo de cosas es muy fácil, parece que no pero es adictivo, sobre todo si el relojito te va subiendo poco a poco los objetivos y tu los vas cumpliendo. Y sin darte cuenta te estás pidiendo semana a semana andar más y más, y todo para que el reloj te saque la copa de campeón.
Esto hay que ponerlo en contexto, está claro. No es igual en todos pero no me podréis negar que en ciertas personas puede también causar esa sensación de no llegar, de no poder con todo.
Conclusiones finales
Con este escenario, amigos, ¿cómo no vamos a tener la sensación de que no llegamos a todo?
Como conclusión simplemente os apunto esto: tener sensación de no llegar es normal, es algo que creo que nuestros padres tenían, nuestros abuelos tenían e incluso los primero hombres que empezaron a usar la agricultura y la ganadería también tenían. Y es que está muy relacionado con el rendimiento, con lo que podemos realmente hacer, con sacarnos el máximo partido.
Y creo personalmente que en nuestro cerebro, en todos en la gran mayoría de los cerebros de nuestra sociedad occidental actual, está el chip del rendimiento, de sacarle el máximo partido al tiempo…
Y este chip ahora está además hackeado por las redes sociales, la Neofilia, los gadgets de productividad, etc. Que suman, suman y suman esa sensación de que siempre puedes más, que siempre queda algo por dar, que no lo hemos dado todo.
Normalicemos la sensación de no llegar poniéndola en su lugar, donde corresponde. Poner primero llegar a nuestras prioridades sin obsesiones y en equilibrio, sin olvidar que todo lo que nos pasa es, al fin y al cabo, la vida.
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