Los que son como Michael
Michael se levantaba una mañana más, con esa esperanza de que por fin la prensa nacional e internacional lo catalogase, de una vez por todas, como el mayor artista de la historia.
En su interior albergaba esa pequeña llama de ilusión, y deseaba experimentar la metamorfosis final que hiciese que el mundo viese al fin, el gran potencial de amor, compasión, bondad, inocencia, talento y valía que tenía él mismo.
Cuando Michael se disponía a trabajar, cuando componía, cuando grababa sus maquetas, ensayaba sus coreografías, diseñaba sus trajes o imaginaba las puestas en escena, daba rienda suelta a todo ese poder interior y no había preocupaciones.
Había fluidez, había detallismo, resolución de problemas, improvisaciones, creatividad, recursos, respuestas, trabajo incansable y obras maestras.
Sin embargo, la sensación interna de que algo fallaba en él, de que algo le faltaba, le atormentaba enormemente cuando no estaba inmerso en aquellos momentos de creación.
Acomplejado por su imagen, obsesionado por la opinión de la prensa y las críticas, e incapaz de encontrar un equilibrio adaptativo en su performance de artista mundial, desconfiaba de todo el mundo, pasaba de la exaltación a la depresión bruscamente y tomaba decisiones erráticas constantemente respecto a su vida privada.
Sus excentricidades, su obsesión por mostrar lo incomparable de su personaje y su incapacidad de mantener una relación estable a nivel emocional con las personas de su entorno más cercano, le llevaron a copar portadas y titulares grotescos, burlescos y ridículos.
El 1978, con 20 años, Michael interpretó el papel de el Espantapájaros en el musical The Wiz, una versión urbana de El Mago de Oz.
Aunque la obra no llegó a convencer a la crítica, parece ser que Michael extrajo lecciones positivas de la experiencia. Y comentando su personaje con los periodistas apuntó que lo que más le atraía de el Espantapájaros era su confusión.
“Él sabe que tiene problemas, supongo que podrías llamarlos así. Pero él no sabe por qué los tiene o cómo llegó a ser así. Y entiende que ve las cosas de manera diferente a como todos los demás lo hacen, pero no puede señalar por qué. Él no es como otras personas. Nadie lo entiende. Así que pasa toda su vida con esta “confusión”.
Después se dice que Michael miró a lo lejos, perdido en su proceso de pensamiento y añadió: “Todo el mundo piensa que él es muy especial, pero, en realidad, está muy triste. ¿Entiendes? ¿Entiendes su ¿tristeza?”
La tristeza de Michael Jackson es la tristeza de algunas personas que, como él, buscan de manera inconsciente sentirse diferentes y únicos.
Sin embargo, en vez de mirarse a sí mismos con compasión, en vez de valorar sus talentos innatos, sean cuales sean, agradecer a la vida lo que tienen y ponerlo al servicio de los demás a través de su trabajo, sus relaciones personales y su día a día…
… Se obcecan y se comparan con los demás, a veces de manera descarada y otras de manera silenciosa, buscando aquello que les diferencia, atentos a los fallos, a la falta de coherencia y a los «patinazos» públicos.
Pero paradójicamente, en esa comparación acaban perdiendo en la mayoría de ocasiones, poniéndose por debajo y menospreciando sus talentos, habilidades y virtudes.
El resultado es que acaban criticándose a sí mismos y viéndose fallos en todas partes, ya sean internos o externos.
Y entonces, la sensación de que hay algo interno que no funciona, de que hay algo en mi que todavía falta, que no ha llegado, y que por eso no puedo mostrarme al mundo tal y como soy y los demás no pueden ver mi valor, crece a pasos agigantados.
Así es como esas personas, tan talentosas e increíbles, tan dignas, perfectas y valiosas como cualquier otra, acaban llenas de una tristeza profunda que no pueden explicar.
Y se sienten incomprendidos, diferentes y solitarios, marginados e incluso dementes.
¿Soluciones prácticas?
Olvidarse un poco de ellos mismos, ser conscientes de sus vaivenes emocionales, que den rienda suelta a sus talentos, que comiencen a explorar en qué áreas profesionales se sienten cómodos, que apuesten por las aficiones y por hobbies relacionados con la creatividad.
Que no esperen a que llegue el momento adecuado, ni a estar más formados, que rebajen las expectativas, que reconozcan su parte idealista de querer que las cosas sean de otra manera, que conecten con los demás sin más pretensiones, que asuman que no pueden gustar a todos, ni pueden estar bien todos los días, y que, como en todos, hay incoherencias y no por ello tienen un problema.
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Para los amantes de Michael Jackson recomiendo la lectura de la biografía «Michael Jackson: The Magic, the Madness, the Whole Story» de J. Randy Taraborrelli.
Si te animas a leer en inglés, mi impresión es que no es complicada de entender. Aquí el link al extracto de Amazon.
Yo te busco, no te preocupes
Únete a la newsletter y recibe en tu bandeja de entrada todas las nuevas historietas que mando a los suscriptoresAnita Balle
Publicista y Autora de este Blog
La parte cotilla de todo esto
Publicista, estudiante de Psicología y Morfopsicología. Aprendiz de coaches y otros mentores. Madre de familia y pareja de ingeniero. Actualmente viviendo en Hamburgo.