Nelson Mandela: análisis de personalidad
Leyendo la biografía de Nelson Mandela, “El largo camino hacia la libertad”, te quedas realmente impresionado con el poder de avance, con el arrojo y decisión que tuvo esta persona, espoleado por una idea que sería mucho más grande que la que él mismo se llegó a imaginar: la idea de la libertad.
La unión de su fuerza, su perseverancia, su capacidad de resistencia, su ímpetu y su inteligencia, junto con ese deseo imperioso, le hizo alcanzar su objetivo, y también le hizo pagar precios muy caros en su recorrido.
Cuando analizas la forma que tenía de ser Mandela -teniendo en cuenta que lo estamos haciendo desde la escritura de sus propias memorias, filtradas ya de por sí por sus propios códigos, remarcando lo que quiso remarcar y pasando por alto lo que él quiso pasar-, nos podemos dar cuenta de que es una persona a la que le motivaban sus ideas y la posibilidad de acción.
Es decir, la capacidad de idear, planificar, de tener pensamiento crítico, de darle vueltas a ideas, de instruirse y formarse intelectualmente por un lado.
Y por otro, la capacidad de poner en movimiento todas aquellas ideas a base de presionar, de proponer acciones colectivas de protesta, de provocar a las autoridades empleando su inteligencia e ingenio, de demostrar su poder, entendiendo poder como capacidad de avance, como capacidad de ir consiguiendo paso a paso que su mundo cambiase, que fuese más justo.
Otro aspecto muy destacable es su instinto social. Pues liberar a todo un pueblo de la opresión y las vejaciones, no puede hacerse sin esta gasolina particular.
Y este instinto social no solamente se vio reflejado en el fin mismo de sus acciones, sino que lo practicaba desde bien pequeño cuando iba calibrando a quién le convenía acercarse y a quién no.
Cuando se rodeaba de los suyos, cuando escogía los bandos en los que posicionarse, cuando intentaba leer entre líneas lo que la gente le quería decir, cuando acudía a una u otra persona para pedir consejo o ofrecer su ayuda.
Mandela estuvo siempre rodeado por su grupo, por sus camaradas. Y no es que él se convirtiera en líder y se sintiese león de una manada. No. Mandela conocía perfectamente el papel de todos los integrantes de ese, su grupo. Sabía a quién recurrir en cada momento, a quién vigilar, a quién animar, a quién admirar. Sabía quién estaba por encima de él, sabía quiénes estaban a su lado.
Eso es instinto social.
Historias escritas para entretenerte
Si te apuntas a mi lista de correo recibirás historias exclusivas que no aparecerán en ningún otro sitio, algunas ni siquiera aquí en la web. Son historias que merecen ser leídas, te lo aseguro. No querrás perderte la siguiente.
Poder social o Libertad social
Tendría que haber conocido en persona a Mandela para determinar exactamente qué era lo que le movía en la vida. Qué era lo que realmente anhelaba.
¿Era Mandela una persona movida principalmente por la idea de la libertad, o era una persona movida por poner justicia donde él veía falta de ella?
¿Era un justiciero, un protector de los débiles, alguien al que no le importaba quién se le pusiera delante?
¿O era realmente un amante de la libertad, del que la gente fuese respetada, que vio la oportunidad de, no solamente luchar por su parte, sino por la de todo su pueblo?
La propia definición de lo que él mismo se consideraba, “un luchador por la libertad”, bajo mi punto de vista, aunaba ambas. Justicia y Libertad.
“Nos enfrentábamos a la injusticia allá donde la encontrábamos, sin importarnos sus proporciones, y esto nos ayudaba a preservar nuestra humanidad”
Podemos hablar de Nelson Mandela como un justiciero social, una persona que suele embarcarse en iniciativas para luchar contra injusticias y proteger a los débiles. Una persona que dijo abiertamente que prefería morir antes que no defender sus ideales.
“He dedicado toda mi vida a la lucha del pueblo africano. He combatido la dominación blanca y he combatido la dominación negra. He acariciado el ideal de una sociedad democrática y libre, en la que todas las personas convivan juntas en armonía y con igualdad de oportunidades. Es un ideal por el que espero vivir y que aspiro a alcanzar. Pero, si es necesario, es un ideal por el que estoy dispuesto a morir”
Este es parte del discurso de Mandela durante uno de sus juicios. Sus colegas le habían pedido que, por favor, no leyera esa parte porque podrían condenarle a muerte por ello, él hizo caso omiso.
Un líder natural, al que todo el mundo acaba admirando por su combinación de fuerza, pragmatismo, inteligencia, pensamiento estratégico y habilidad para dirigir grupos.
Una persona que se enfrentó a todo un sistema político sin violencia, aunque la violencia estaba también en él.
Fue capaz de canalizar toda su rabia y toda su frustración gracias a la práctica del boxeo, del tenis y del deporte en general cuando no tenía más remedio.
Inspirado quizá también por otras figuras como Mahatma Gandhi y Luther King, Mandela renunció al enfrentamiento armado hasta que no tuvo otra elección. La rama militar de su partido estaba centrada en sabotajes principalmente, nunca en ataques a personas directamente.
Gran negociante, muy buen conversador y comunicador. Con la paciencia necesaria para saber explicar y razonar las cosas. Nelson Mandela no mostraba ni un ápice de debilidad ni siquiera en una habitación rodeada de militares, políticos o policías. Sus armas: la retórica, el respeto a los demás, sean quienes sean, y la confianza en sus ideas.
“Finalmente, exasperado, les dije: “Caballeros, ustedes se consideran inteligentes, ¿no es así? Creen que resultan convincentes y que están cargados de razón, ¿verdad? Pues bien, ustedes son cuatro y yo sólo uno, y no pueden controlarme ni apoderarse de mi mente. ¿Qué les hace creer que los comunistas pueden tener éxito donde ustedes han fracasado?”
Durante una entrevista en la que se le acusaba de colaborar con el partido comunista.
Continuar con el liderazgo en la cárcel
Durante el encarcelamiento, Mandela continuó ejerciendo toda clase de lucha desde esa posición no violenta que hemos comentado antes.
En prisión continuaba luchando por los derechos de los presidiarios, por conseguir camas, pantalones largos en invierno o cortos en verano, condiciones mínimas de salubridad. Mandela no cejó en su empeño de luchar contra las injusticias, fuesen las que fuesen, en cualquiera de sus condiciones.
Por ejemplo, le carcomía por dentro ver la hipocresía de los dirigentes de la cárcel, que cuando llegaban reporteros a ver las condiciones en las que vivían aquellos presos, les daban ropa nueva y les ponían a hacer trabajos manuales sencillos. Nada comparado con su rutina diaria.
Cuando Mandela tenía ocasión de hablar, siempre intentaba dejar claro este tipo de falsedades, y no salía impune por ello.
Para él, cada pequeña victoria era un logro, por insignificante que fuese. Incluso llegaba a notar el respeto que algunos de los carceleros le profesaban, y eso era una de las cosas que también le daba fuerzas y esperanzas.
Siguió creando redes sociales incluso en el aislamiento más inhumano. Organizó grupos en la cárcel para tener la capacidad de leer noticias del exterior, para obtener libros, para recibir cartas. Todos se veían beneficiados de estas interacciones.
Justiciero amante de la libertad
Mandela, en su biografía, deja patente su obsesión con la libertad:
“Fue el deseo de lograr la libertad para que mi pueblo pudiera vivir con dignidad y respeto hacia sí mismo lo que movió mi vida, lo que transformó a un hombre joven y asustado en un hombre audaz. Eso fue lo que convirtió a un abogado respetuoso con la ley en un delincuente, a un marido amante de la familia en un hombre sin hogar, lo que obligó a un hombre que amaba la vida a vivir como un monje”
Pero, ¿podríamos imaginar que si el país en el que Mandela hubiese nacido hubiera sido libre, o él lo hubiese considerado así, Mandela podría haber luchado contra otra injusticia social y no por la libertad en concreto?
¿Cómo hubiese actuado entonces Mandela si el problema en Suráfrica hubiese sido, por ejemplo, un problema relacionado con malversación de fondos políticos, o con defender a su país de otro vecino que le quería conquistar? ¿Se hubiese implicado igual?
Esta pregunta es puramente especulativa, pues dio la casualidad de que el problema del apartheid bien puede resumirse con un problema relacionado directamente con la falta de libertades.
Entonces quizá nunca sabremos si lo que le movía realmente eran las injusticias o la falta concreta de libertad.
Libertad en el encierro
Estando encerrado, Nelson Mandela consiguió, sin embargo, seguir siendo libre gracias, seguramente, a que seguía rodeado de sus camaradas, encarcelados también, gracias a que seguía ejerciendo su papel de líder y de luchador a favor de la libertad, y gracias al cultivo de una actitud estoica.
“Y sin embargo, el cuerpo humano tiene una enorme capacidad de adaptación a las circunstancias cambiantes. Descubrí que es posible soportar lo indecible si uno mantiene la fortaleza de espíritu, aunque el cuerpo esté siendo puesto a prueba. Las convicciones profundas constituyen el secreto de la supervivencia frente a las privaciones. Incluso con el estómago vacío, la mente puede estar llena”
Nelson Mandela, antes de entrar en la cárcel, era una persona físicamente fuerte. Y en sus años de encierro se dedicó sobre todo a fortalecer su espíritu. Sus ideas, sus convicciones, también experimentaron un enraizamiento aún mayor, debido seguramente al tormento que vivía estando lejos de la calle, de la gente, aquella a la que tanto quería ayudar.
Él lo dejaba claro, cuanto peor le trataban, más se fortalecían sus creencias, su ideales y sus ganas de seguir adelante.
“La cárcel y las autoridades conspiran para robar la dignidad al hombre. Eso, por sí solo, garantizaba mi supervivencia. Todo hombre o institución que intente arrebatarme mi dignidad sufrirá una derrota, porque no estoy dispuesto a perderla a ningún precio ni bajo ninguna clase de presión. Jamás pensé seriamente en la posibilidad de que una condena de por vida significara en realidad para siempre, y que moriría entre rejas. Tal vez rechazaba tal perspectiva porque resultaba excesivamente desoladora como para contemplarla. Pero siempre supe que, algún día, volvería a sentir la hierba bajo mis pies y caminaría bajo el sol como un hombre libre”
La cara B
Pero todo tiene un precio, y Mandela pagó muchos por su perseverante lucha. Uno de los que más le marcó fue la desconexión con su familia, tanto con su madre como con su mujer y sus hijos, y tanto antes como después de ser encarcelado. Y lo explica muy bien en este párrafo:
“Tal vez estuviera ciego ante ciertas cosas debido a la pena que sentía por ser incapaz de cumplir mi papel como esposo y padre, pero del mismo modo que estoy convencido de que la vida de mi esposa mientras yo estaba en prisión fue más dura que la mía, lo estoy de que mi regreso fue más difícil para ella que para mí. Se había casado con un hombre que no había tardado en dejarla sola. Aquel hombre se había convertido en un mito, y de repente el mito había vuelto a casa y había resultado ser tan sólo un hombre. Como dije más adelante en la boda de mi hija Zindzi, parece que el destino de los luchadores por la libertad es vivir una existencia inestable a nivel personal. Cuando la vida de uno es la lucha, como en mi caso, no queda casi espacio para la familia. Ésa ha sido siempre mi mayor pesadumbre, y el aspecto más doloroso de la elección que había hecho. “Vimos crecer a nuestros hijos sin poder guiarles” comenté en la boda. “Y cuando salimos (de la cárcel) mis hijos me dijeron: Creíamos que teníamos un padre y que algún día regresaría, pero para nuestra tristeza nuestro padre volvió y nos dejó solos de nuevo porque se ha convertido en el padre de la nación”. Ser padre de una nación es un gran honor, pero ser el padre de una familia es un gozo mayor. Es una satisfacción de la que nunca tuve ocasión de disfrutar”
“Una existencia inestable a nivel personal”, “cuando la vida es lucha no queda espacio para la familia”. Mandela asumió un compromiso con su pueblo y se obsesionó con él. Pero si nos fijamos bien en otras figuras reconocidas de la historia, también podemos ver este patrón de comportamiento. Es tanta la energía que se lleva un determinado área de tu vida, que otras se ven totalmente perjudicadas y con falta de atención.
“Asumí el compromiso con mi pueblo, con los millones de sudafricanos a los que jamás llegaría a conocer, a expensas de la gente que mejor conocía y a la que más amaba. Fue un proceso tan sencillo y a la vez tan inabarcable como el momento en que un niño pequeño le pregunta a su padre: “¿Por qué no puedes estar con nosotros?”. Y el padre se ve obligado a pronunciar las terribles palabras: “Hay otros niños como tú, muchos otros…” antes de quedarse sin voz.”
Se puede escribir muchísimo de Nelson Mandela, pues cada uno elige en los detalles en los que centrarse. ¿Mandela fue un luchador en contra de las injusticias sociales, y la más grande que hubo en su momento fue la falta de libertad de los africanos? ¿O fue un obsesionado de la libertad en concreto, por el respeto, por tener uno la opción de decidir libremente qué hacer con su vida, y eso fue lo que le movió a hacer lo que hizo?
A veces es imposible separar nuestro verdadero anhelo de las herramientas que empleamos para conseguirlo.
Es decir, una persona obsesionada con la libertad puede llegar a demostrar una capacidad y poder de acción en la que llega a imponer su voluntad, aquella que él considera justa.
Y una persona obsesionada con el poder y con la justicia puede acabar luchando como un guerrero por la libertad de todo un pueblo.
Y que Mandela se haya implicado en algo tan inmenso como “liberar a su pueblo”, de la manera que lo hizo y con el grupo que lo hizo, da sentido a que su base instintiva era social.
“No nací con hambre de libertad, nací libre en todos los aspectos que me era dado conocer. Libre para correr por los campos cerca de la choza de mi madre, libre para nadar en el arroyo transparente que atravesaba mi aldea, libre para asar mazorcas de maíz bajo las estrellas y cabalgar sobre los anchos lomos de los bueyes que marchaban por las veredas con andar cansino. Mientras obedeciera a mi padre y respetara las costumbres de mi tribu, ni las leyes de Dios ni las del hombre me afectaban. Sólo cuando empecé a comprender que mi libertad infantil era una ilusión, cuando descubrí, siendo aún joven, que mi libertad ya me había sido arrebatada, fue cuando comencé a añorarla. Al principio, cuando era un estudiante, sólo buscaba mi propia libertad, la libertad pasajera de poder pasar la noche fuera, leer lo que quisiera e ir donde me apeteciera. Posteriormente, ya como un hombre joven en Johannesburgo, empecé a añorar otras libertades básicas y honorables: la de realizarme, ganarme la vida, casarme y crear una familia, la libertad de no tener obstáculos para vivir mi vida respetando la ley”
Y como colofón final, aquí os dejo un extracto sobre la naturaleza del hombre.
“Nadie nace odiando a otra persona por el color de su piel, su procedencia o su religión. El odio se aprende, y si es posible aprender a odiar, es posible aprender a amar, ya que el amor surge con mayor naturalidad en el corazón del hombre que el odio. Incluso en los momentos más duros de mi encarcelamiento, cuando mis camaradas y yo nos encontrábamos en situaciones límite, alcanzaba a distinguir un ápice de humanidad en alguno de los guardianes, quizá tan sólo durante un segundo, pero lo suficiente para reconfortarme y animarme a seguir adelante. La bondad del hombre es una llama que puede quedar oculta, pero que nunca se extingue”
Bibliografía
Nelson Mandela nació el 18 de julio de 1918. Los extractos arriba mencionados pertenecen al libro “El largo camino hacia la libertad” de Nelson Mandela: aquí
Recomiendo la lectura de este libro, plagado de detalles, fechas, nombres y datos, a todos aquellos a los que, o bien les interese la figura de Nelson y su vida, o bien le interese ese evento en concreto de la historia. Pues Mandela y el apartheid, así como la cultura africana de aquél entonces, van unidos de la mano en todo momento.