Goodbye Swansea

Goodbye Swansea

Goodbye Swansea

Esta semana nos vamos de Swansea, la ciudad en la que hemos estado viviendo 3 años, 5 meses y 16 días -sin contar vacaciones en España-. Podría decir que han sido 1266 días de agitación y crisis personales, pero no. No lo voy a decir, porque la realidad es que creo que han sido 1266 días de vida.

 

Si cada cierto tiempo mirásemos atrás y observásemos lo que nos ha pasado, dónde estábamos y dónde estamos ahora, seguramente saldrían relatos muy parecidos a este.

 

Hoy os quiero contar un resumen de lo que me llevo a nivel personal de aprendizaje vital.

Para empezar, las ganas de irme de España eran muy grandes, por un lado por cumplir una meta personal que era la de vivir fuera y la de intentar facilitar el bilingüismo a las niñas. Y por otro por intentar salir de un camino al que ya no le encontraba el gusto y por el que estaba perdiendo toda motivación.

La oportunidad de irse a vivir al extranjero se plantó ante nosotros tras haberla buscado activamente, y yo la recibí como un chaleco salvavidas en mitad de un mar a la deriva. ¡Qué poético! Hagamos metáforas exageradas.

También es cierto que tanto mi pareja como yo teníamos muchas ganas de vivir fuera, ganas de verdad, de corazón. Es simplemente que yo también aproveché la situación para poner un punto y a parte en mi vida que necesitaba urgentemente.

Es lo que podríamos llamar una «huida hacia adelante». Por suerte no quemé las naves antes de abandonar el país, aunque hice algo muy cercano a ello. Un portazo en mi vida, esto es muy típico en mi. Esto lo tengo anotado como comportamiento a mejorar.

Esto que os cuento así, en su momento no lo veía tan claro, obviamente. Había algo en mi que sabía que en este movimiento había eso, una huida, pero por aquél entonces tampoco sabía verbalizarlo así, tan abiertamente.

Os dejo con el capítulo grabado en las plataformas de podcast y con el video de YouTube para quienes prefiráis no leer. Accede al canal en Spotify aquí. Aquí puedes escuchar en Ivoox. Aquí lo tienes en Apple Podcast y aquí lo tienes en Anchor.

Swansea, Gales, UK

El caso es que aterrizamos en Swansea, Gales, UK, con mucha ilusión, muchas ganas y mucha fuerza para enfrentarnos a lo que la vida nos deparase.

Hubo de todo, claro, y al principio las adversidades fueron sobre todo emocionales, las normales al meter a tus tres niñas pequeñas en un ambiente desconocido, sin saber el idioma. Reconozco que fue una etapa muy dura de mi vivencia como madre, ellas apenas se acuerdan. Así mejor.

El caso es que mi mente, había ideado a grandes rasgos cómo sería esta aventura y lo que obtendría de ella. No os digo que era capaz de decir exactamente cómo iban a ser mis días, porque no lo sabía, pero soñaba con la idea de enocontrar sentido a las cosas, a la vida en sí, el sentido que había perdido…Y que además lo iba a encontrar de una manera fácil y sencilla. Ingénua de mi.

 

Pensamos que estamos preparados para lo que nos viene, y la paradoja es que no te puedes preparar para lo que no conoces.

 

Era, sin duda, una lección de tantas que me faltaba por aprender y que ahora agradezco muchísimo.

Tenemos mil frases consejeras en el bolsillo para este tipo de situaciones. Por ejemplo la de «no te hagas ilusiones». Sí, claro, las puedes decir y todo el mundo las entiende. Pero cuando no sabes hasta qué punto te haces las ilusiones y estás a merced de ellas, no puedes aprender y, por ende, no puedes, de verdad, hacer caso a esa frase.

Así que llegué a Swansea con mucha ilusión. Pero la ilusión dura lo que dura el engaño, es decir, cuando se pasa la magia del inicio, la rutina cae por su propio peso. Cuando te has engañado con una imagen mental de lo que podría ser y aparece la realidad de carne y hueso, el golpe se nota.

Y no os digo que fue un golpe contra un muro, así, de repente. No. Fue más bien un ir dándose cuenta poco a poco que te estabas metiendo en un pozo. Cada día que mis expectativas no se cumplían, bajaba un peldaño hacia ese oscuro lugar.

Y así podría deciros que transcurrió un año. Un año que, pasito a pasito, fui bajando por una escalera hasta que me di cuenta de que estaba rodeada de una sensación de pérdida de sentido, de frustración y de desengaño. La falta de autoestima y de energía vital era considerable.

 

Estaba en la misma casilla de salida, viviendo la misma sensación angustiosa que me hizo salir de España.

 

«¿Pero, no estoy viviendo lo que yo quería? ¿Por qué no me siento plena, animada y vital? ¿Por qué me cuesta levantarme por las mañanas, por qué no me apetece hacer nada? ¿Qué está pasando?»

No veía qué estaba pasando. No lo entendía. Ahora, así escrito de esta manera y contado con todas las aclaraciones anteriores, obviamente se ve. Incluso puedo ver este patrón de conducta en otros momentos de mi vida. Esto es justamente el sentir y el razonamiento de mi mente antes de mudarnos a Reino Unido.

Luchar cada día con la frustración y la desilusión es difícil y la mente lo sabe. Prefiere dormir o anestesiarse con algo antes de tener que enfrentarse a eso cada día. Y así pasaba.

Tampoco os imaginéis esto literal, como si yo fuese una mujer en batín o chándal perpetuo, desaliñada, metida en la cama día sí y día también y compadeciéndome de mi misma y llorando por las esquinas… Eso sólo lo hice días contados. La realidad es que aquí estoy sacando la basura, por si no os estáis dando cuenta. Me explico.

Tengo tres hijas que me hacen reír, enfadarme y sentirme muy afortunada a partes iguales. Tengo una pareja que me quiere, me apoya e intenta comprenderme, que no me compra siempre mis argumentaciones y me pone freno cuando tiene que hacerlo.

También vivía en una ciudad en la que la naturaleza es impresionante y conocíamos sitios nuevos cada cierto tiempo… Y eso me ayudaba a llevar toda esta otra situación paralela de frustración que también estaba ocurriendo.

Además, tengo años de ensayo de las mejores caras de «aquí no pasa nada, todo bien», así como algunas herramientas que me ayudan a sobrellevar estos momentos.

 

Y así pasaba el tiempo, por un lado dándome cabezazos contra la pared por lo que estaba pasando a nivel interno, y por otro intentado disfrutar al máximo de la vida.

 

Pese a todo esto, me siento muy afortunada de tener la mentalidad que tengo. En el fondo creo que tengo una capacidad de superar este tipo de situaciones innata. La otra cara de la moneda es que es también mi propia personalidad la que me mete en estos líos.

Tengo mucha capacidad de reflexión, pero también tengo una gran capacidad de idealización, lo que provoca no ver más allá en ocasiones de lo que mi mente soñadora me muestra. Tengo mucha capacidad de surfear mis estados cambiantes de ánimo pero también tengo la capacidad de hacerlos más grandes y ahogarme en ellos. Tengo la capacidad de dejarme llevar por la desidia y la pereza, a la vez que tengo la capacidad de ser una persona organizada y capaz de conseguir lo que se va proponiendo. Paradojas de una. ¿Quién dijo que el ser humano sea fácil?

Tocas fondo y saltas

No me preguntéis cómo, pero salí de aquel agujero. El deporte y la alimentación fueron mis herramientas de batalla. Por eso os he estado dando tanto la murga estos meses con ello. Necesitaba mejorar mi autoestima mejorando y conectando físicamente, a la vez que necesitaba energía en el cuerpo, a través de probar maneras de alimentarme diferentes.

 

No sabía hacia dónde quería ir, pero al menos a donde fuese lo haría sintiéndome bien en mi cuerpo y con la máxima energía posible.

 

¿Que cometí errores y me obsesioné en el proceso? Sí, la verdad es que sí. Hice barbaridades, muy típico de mi. Al final estos temas se convirtieron en el centro de mi vida durante algún tiempo, intentando dar el sentido que buscaba en otras áreas de mi vida. Ahora lo reconozco sin problemas, veo lo que no hice bien y veo lo que sí hice bien. Y seguramente esto me pasará a lo largo de mi vida otras veces, así que me tocará estar alerta para pillarme.

Tras esa época vinieron momentos de bastante alegría. Me encontraba cada vez mejor y me embarqué en una formación que me hacía mucha ilusión. Río Abierto. Es una formación en terapia con movimiento que, sinceramente, me encantaría que a día de hoy se encontrase en mis prioridades, pero entre la pandemia y la dosis de realidad, se quedó en pausa.

La formación requería viajes regulares a Madrid, con el Covid-19 esto se había convertido en algo insostenible, muy a mi pesar. Intenté seguir conectada con el movimiento, pero al final cayó por su propio peso.

Tras los primeros confinamientos, y después de haber estado muy enérgica bastante tiempo, sacando incluso fuerzas para crear un producto nuevo en la empresa que tengo con mi hermana, vinieron tiempos de más encierro y su posterior agotamiento.

La sensación que me queda es que no supe regular toda esa energía que tenía. Soy una persona muy entusiasta que tira y tira hasta que no se da cuenta de que se está dejando todo por el camino. No descanso hasta que el cuerpo mi dice ¡basta! Sin darme apenas cuenta, comencé a bajar otra vez por la escalera.

Además, volvía a sentirme sin rumbo. Como os he dicho, estaba muy centrada en cosas que no eran realmente importantes y se habían convertido en parte central de mi vida, haciendo la labor de paliativos.

Empezaba a fallar en mis objetivos por falta de ganas. El proyecto que había emprendido requería muchísimo esfuerzo, mucho más del que pensaba, y no era tan coherente con mis valores como creía. También sobreestimé mi tanque de energía. A la vez me embarqué en nuevas formaciones. Una vez más me pasé de la raya. Me exigía cumplir con todo y era imposible.

Sin saber gestionarlo bien, volví a sentir esa falta de motivación y propósito. Por suerte, ciertos hábitos que había adquirido tras el anterior episodio seguían en mi. Quizá fue esa disciplina que adquirí con la alimentación y el deporte la que me dio fuerzas para moverme y buscar una salida sin tener que caer hasta lo más hondo del pozo.

Retomé el hábito de escribir

Pedí ayuda y me sirvió. Volví a sentir ese subidón de motivación. Intenté estructurarme para poder dar un paso en algo que de verdad me gustaba mucho y que no había sido capaz de mantener en el pasado: este blog.

Me puse como meta mantenerlo al menos un año. Lo empecé en febrero del 2020, quedan pocos meses para poder decir que he cumplido mi promesa.

 

Este hecho está haciendo que gane confianza en mi misma, en mis capacidades.

 

También me está ayudando a gestionar las emociones que surgen del contraste que hay entre lo que mi mente sueña y quiere que pase y la realidad, lo que está pasando.

Durante este periodo de tiempo también me vino muy bien comprometerme con una empresa externa para trabajar con ellos. Sentir que tu trabajo se valora es algo muy necesario en el ser humano. Yo sentía que los días en el trabajo eran constantes quejas y resolución de problemas urgentes. Pocas veces sentía palmaditas en la espalda, agradecimientos, valoración o remuneración más allá de la monetaria.

Aquí hay una necesidad de valoración externa, cosa que debería ser trabajada a nivel mental. Os aseguro que verla e identificarla ya es un gran avance que me permite encargarme de ello. Pero hasta ahora no era capaz de identificarla.

La verdad es que tanto mi hermana como yo somos personas muy exigentes con nosotras mismas y no hemos desarrollado muy bien ese sentido de celebrar los logros conseguidos y darles el peso que se merecen, así como tampoco valoramos lo suficiente el trabajo que realizamos y la envergadura que tiene. Esto al final pasa factura, sin duda.

Pese a todo esto que os he contado, que llega hasta casi estos días, os confieso que me he vuelto a pasar de rosca, una vez más.

Me he embarcado en formaciones más exigentes de lo que yo pensaba, así como en proyectos familiares muy retadores, como es el de irnos a vivir a Alemania. Y estoy agotada, eso sí, no me voy al pozo.

Última etapa, la despedida

De aquí he sacado ya el aprendizaje, y no os preocupéis que ya acabo.

Quiero ser consciente de la idealización de los escenarios, y no caer en la trampa de que las cosas sean como yo quiero que sean.

Quiero planificar más a largo plazo, y para ello quiero ponerme objetivos a corto plazo muy concretos. Y obviamente cumplirlos. Si no corro el peligro de perder el rumbo cuando me vienen momentos de más estrés por el motivo que sea.

Quiero intentar no saturarme de actividades, por mucho que me gusten, y darme tiempos de descanso, de ocio y de relax. Mi droga es el conocimiento y lo consumo a veces sin sentido. Por ejemplo, a veces me descubro que leo los libros deseando acabármelos, como en un intento de exprimir su información, en vez de disfrutarlos tranquilamente.

En estos tres años me he formado o me estoy todavía formando en Río Abierto, Disciplina Positiva, Escucha Activa, Comunicació No Violenta, Eneagrama y Coaching. Y seguro que hay algo por ahí que aún se me escapa.

Quiero regularme cuando estoy en la cresta de la ola. Cuando tengo energía me creo capaz de todo y no pienso a largo plazo. Esto hace que además no pueda estar al 100% en los proyectos que me embarco.

Sé que me dejo llevar por mis emociones, y parte de eso me gusta, la verdad, pero por otro lado es lo que me genera más caos en mi vida.

Soy consciente de que todo esto que os cuento que he aprendido no está relacionado con que me haya ido a vivir fuera. Esto mismo se puede vivenciar en el día a día también, en tu ciudad de siempre, en tu barrio…

Por lo que sea la vida decidió que lo aprendiese aquí, en Swansea, quizá era la pantalla en modo fácil, porque en modo difícil no me la estaba pasando. O quizá era una manera de darme una de cal y una de arena.

No creo que esté en el momento más feliz de mi vida, pero siento que estoy avanzando en un camino que está conectado con lo que quiero, y eso da momentos de bienestar real. No me flipo, ojo.

Durante el avance de ese camino tengo que lidiar con mi mente, que quiere que camine de cierta manera, en cierto sentido y que sucedan las cosas que ella quiere que sucedan… Eso hace que me de la sensación de que mi andadura esté siendo un poco trastabillada, de arranques y parones… No la siento como algo fácil, la verdad.

Para finalizar os cuento que, por ahora, no quiero volver a España, aunque si tuviese que hacerlo lo haría. Vivir en el extranjero sigue siendo para mi un sueño hecho realidad. Poder tener la oportunidad de vivir en otras ciudades y conocer otras culturas es algo que me parece un auténtico regalo.

Un regalo que quizá me venga grande, pues he de reconocer que el tema del idioma me da vértigo. También me da vértigo porque se que vencer las ensoñaciones de mi mente e intentar vivir lo máximo posible en el día a día no va a ser fácil para mi. Intentaré no dejarme llevar por mi idealismo y ser más objetiva.

Swansea me ha enseñado mucho, estoy muy agradecida a esta experiencia. Creo que nos ha unido como familia, siento que les ha dado a mis hijas muchas herramientas que ahora podrán emplear lo mejor posible en Alemania. También siento que me las ha dado a mi.

Además, Swansea, nos ha ayudado a adaptarnos a otras rutinas, otro clima, otro tipo de ocio… Nos ha hecho valorar a la familia completa y a los buenos amigos, un baño de humildad para una persona tan individualista como yo, que me creía autosuficiente. Encontrarnos en Alicante con esas personas que nos reciben con los brazos abiertos cada vez que vamos a verlos y nos llenan el corazón de alegría es una pasada.

Obviamente si nos vamos de Swansea es porque no veíamos futuro aquí, sobre todo yo. Echo de menos más opciones culturales, más conexión directa con otros países a los que, quien sabe, quizá podamos viajar y conocer. Reino Unido no deja de ser una isla en ese sentido.

Gracias, de corazón, a Gales. De verdad merece la pena conocer toda la naturaleza que hay en él. Sus costumbres y su climatología, incluso, sin ella no podrían darse esos paisajes.

Nos quedan unos días, sólo unos días y decimos adiós a esta etapa.

Os dejo algunas imágenes. Y dejo aquí mención de todas las personas geniales que hemos conocido en esta aventura:Jetzi, Claudio, Arnau, Dídac, Felipe, Jéssica, Bárbara, Jaime, Carys, Iago, Antonella, Lyn, Jordana, Luisa, Tom, Fiona, Rachel, Karen, Pady, Philippa, Andrea, Peter, Mia, Lily, Lane, Judith, Mirka, Shelley, and many more 🙂 Gracias de corazón.

La postal que diseñamos entre todos para despedirnos. Se la regalamos a los amigos y profesores del colegio para que no nos olvidasen.

Me he permitido utilizar esta plataforma como diario público. Y sin que sirva de precedente, aunque todos mis artículos estén claramente empapados de lo que yo soy y mis experieciencias.

Os confieso que llevo tiempo pensando en contar algunas cuestiones personales por propia necesidad personal. Y esta sensación genera una dicotomía en mí.

Por un lado soy de las que opino que cada uno es libre de contar su vida donde y como quiera, y más ahora en estos tiempos que corren. Yo soy la primera que soy seguidora de personas que narran literalmente su vida en YouTube o en un blog o a través de una newsletter. Me encanta seguirles y los artículos que más me enganchan son los que hablan de su vida personal. Llamadme cotilla si queréis.

Por otro lado, también pienso que estos temas tan personales no tendrían por qué interesar. Son cosas que casi no puedes extrapolar a la vida de otros porque son muy íntimas, muy personales, y están enmarcadas en un contexto muy característico. Pienso «¿esto a quién puede interesar?, ¡a nadie!»

Pero la verdad es que hay dentro de mi unas ganas de compartir así, tal cual, como lo estoy haciendo, yo escribo y tú lees. Yo escribo hasta donde quiero, tú lees hasta donde quieres… Y en esa libertad y en la seguridad en la que me siento, aunque este escenario público a veces da vértigo, me permito la licencia de expresar lo que «me da la gana». Y a quien no le guste que no siga mirando. ¡Qué le vamos a hacer!.

Dicho lo dicho, me despido, espero que os haya entretenido.

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