Enfrentarse a la montaña

Enfrentarse a la montaña

Dedicado a todas aquellas personas escaladoras.

No, no me voy a hacer escaladora, ni corredora de triales. Ya tengo suficiente con mis montañas personales como para intentar enfrentarme de esta manera a las reales.

Y es que unas de mis montañas personales es saber lo que quiero en la vida, y para mí no siempre es fácil, no siempre está claro. A veces me parece divertido hacer repaso y ver los pasos que he dado hasta llegar al punto en donde estoy. Pero cuando se trata de mirar hacia adelante, no siempre se me pone una sonrisa en los labios.

Vivo con las emociones contradictorias que me genera este hecho, el de mirar hacia el futuro. Por un lado tengo esas mariposas en el estómago que revolotean en cuanto vislumbran un reto -yo soy muy de retos-. Por otro lado me paraliza el miedo de estar en una bruma densa que no me deja ver más allá de un metro.

Cierto es que, si me lo propongo, puedo visualizarme de aquí a 5 o 10 años vista. Donde me gustaría estar, qué me gustaría ver, qué querría estar haciendo. Pero si me visualizo dentro de un mes o dentro de un año, me agobio. Sí, me angustio.

¿Por qué? Quizá porque quiero cambiar o hacer muchas cosas a la vez. Quizá porque lo que me propongo lo veo grande ahora mismo, lo veo lejano y veo mucho camino por recorrer.

Septiembre es un mes muy importante para mí. Soy una persona que me gusta planificar, detallar y estructurar. Construir planes de acción y no dejar escapar nada. Es mi vuelta al cole personal. ¡Pero ahora siento que se me escapa todo! y eso me genera ansiedad. Son muchos detalles.

Reconocer esta faceta en mí me ayuda muchísimo a sobrellevar estos momentos. Me ayuda a darme cuenta que es mi cabeza, su parte más analítica y amante de los detalles, la que me arrastra a esa espiral de pensamientos que no me ayudan. No hay nada más sanador que conocerse o tener simpatía por la astrología (jejeje).

Y entonces me doy un baño de sal -porque me siento intoxicada de mí misma-, y me viene a la cabeza un mantra: «Comprometida pero flexible». Y lo repito una y otra vez.

Comprometida pero flexible

Flexibilidad para adaptarse a lo que el camino vaya trayendo. Flexibilidad para mejorar y limar el futuro que quiero ir construyendo. Y flexibilidad para permitirme cometer todos los errores que voy a ir cometiendo.

Flexibilidad para saber qué batallas luchar, flexibilidad para saber qué esfuerzos merecen la pena hacer, flexibilidad para reconocer qué riesgos merecen la pena ser tomados. Y en base a eso cambiar el rumbo.

Y siempre comprometida con lo que me está pidiendo el cuerpo. Agradeciendo mi entereza, mi determinación y mi tesón.

Paso a paso, hormiguita

Leí o escuché una vez, que no debemos abrumarnos frente a los grandes cambios, porque la sensación de ahogo y agobio puede sabotearnos y hacernos creer que no somos capaces.

Ante los cambios o retos que nos parecen grandes, lo importante es ir poco a poco, ganando terreno cada día, aunque sea un poquito. Y permitiéndonos parar o retroceder de vez en cuando, sobre todo cuando el ánimo decaiga o el avance no sea tal y como esperamos.

Paso a paso, hormiguita, porque luego te divertirás viendo los pasos que has dado hasta llegar donde te encuentras.

Photo by Joshua Earle on Unsplash

Related Posts
Leave a Reply

Your email address will not be published.Required fields are marked *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.